Gears of War 4En The Coalition lo tenían realmente difícil para causar interés con la cuarta entrega de Gears of War, sobre todo después de ver en qué lugar quedó tras Judgment. Es increíble que gente tan competente como los de People Can Fly, capaces de algo tan rotundamente cojonudo como Bulletstorm, demostraran no entender lo que debe ser un Gears, aportando unas mecánicas cien por cien arcade que, aunque pudieran resultar en un buen sistema de juego de cara a un modo extra, acaba en algo bastante cutre si se enfoca en una campaña que pretende contar una historia no del todo mal encajada en la saga, lo cual aun dolía más. Porque la sensación de estar jugando a retazos de escenarios de los modos horda y multijugador reciclados vagamente entre cinemáticas y conversaciones directamente se cargaba la experiencia.

Eso, dentro de una saga tan rígida en su propuesta que lo único que pudo aportar para seguir viva después de un primer capítulo que sentó cátedra en la ya veterana Xbox 360, fue incluir sutiles modos y mejoras a su fórmula infalible aunque demostradamente caduca, como fueron el mencionado desafío de supervivencia para cinco jugadores llamado horda o el permitir hasta cuatro personas en la campaña de Gears of War 3, lo cual era una explosión de diversión si conseguías, como yo, reunir a tres colegas más.

Gears of War 4

Con el cambio de generación y tras ese capítulo intermedio tan flojo la serie demostró un agotamiento de los más naturales que ha vivido nuestro sector, causando una expectación bastante discreta la noticia de un nuevo equipo a cargo de la saga para la entrega que nos ocupa. Imaginad cuál es mi sorpresa cuando descubro un juego absolutamente redondo en todos los aspectos, mostrando en The Coalition un saber estar y un respeto por la franquicia que por momentos resulta emocionante, entendiendo a la perfección qué es un Gears pero siempre mirando hacia delante; con conocimiento de lo que tienen entre manos pero sin demasiado miedo a hacer suyo este capítulo.

Resulta sumamente gratificante disfrutar del mismo juego reviviendo una a una todas esas sensaciones perdidas desde el 3, y que a su vez te resulte todo tan nuevo, tan fresco, tan vibrante. Porque la forma que tiene Gears of War 4 de entender la acción y el espectáculo, sumado a un acabado gráfico totalmente impecable, lo convierten en todo un ejemplo de cómo tiene que ser una superproducción a full price, cosa que por desgracia ponen en duda cada vez más lanzamientos.

Gears of War 4

El nuevo grupo protagonista encabezado por J.D. Fenix, hijo de Marcus Fenix, despista y refresca en el primer acto a partes iguales después de un prólogo, todo hay que decirlo, a rabiar de fanservice. Porque la aventura abre en una zona muy poco Gears, con enemigos sintéticos que explotan a lo kamikaze, drones de combate muy agresivos, y un arsenal de armas nuevas que son como las de antes, pero no, en una especie de grito ahogado por sacar algo distinto de un sitio que ha demostrado no pedir cambios. Hasta ese tono grisáceo tan característico de la saga deja paso a uno mucho más iluminado e incluso colorido. En el momento que llevas las suficientes horas como para creerte que estás jugando a Binary Domain (con todos mis respetos al estupendo título de Sega), es cuando se produce el reencuentro entre padre e hijo tan cantado en los trailers y todo va volviendo de forma muy inteligente a su cauce. Y es entonces cuando llega todo lo que hace grande, buena y, sobre todo, carismática a la saga Gears of War: o sea, principalmente, el Lancer.

Porque si algo estableció Epic con la trilogía original, aparte de un gunplay totalmente centrado en las coberturas, fue que las ametralladoras con motosierra molan. Molan mucho. El resto de cosas llegan de forma orgánica: la contundencia de las escopetas que hacen que cada tiro cuente, las cabezas que vuelan con ese sonido tan placentero después de un buen disparo con el arco explosivo, la voz reventada de un Marcus pureta con veinticinco años más a sus espaldas, los momentazos de puro survival con enemigos salvajes que salen por todas partes y se abalanzan a tu gaznate, por no hablar del regreso del enemigo por antonomasia en la serie. No voy a desvelar aquí si realmente los Locust vuelven o no, pero sí diré que al menos este nuevo ─o no─ enemigo se comporta y resulta en el pad totalmente idéntico a lo que conocemos; así que preparad vuestras granadas para cerrar lo que en la práctica son “agujeros de la emergencia” (todos los derechos registrados) de toda la vida.

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Es entonces también cuando la campaña da un subidón al jugador fiel impidiéndole soltar el mando hasta verle el culo, solo empañada a medias por ciertos momentos en los que parecen obligarnos a practicar para el modo Horda dejando un regusto un poco como a salida fácil, y que no irrumpe en el juego por estar mal planteado, sino por el contraste que hace con todo lo demás que como digo para mí es de sobresaliente. Porque si jugamos como hay que jugar a un Gears ─en dificultad elevada si jugamos solos y en locura si lo hacemos con amigos─ encontramos uno de los juegos de acción más ajustados y satisfactorios que he jugado en mi vida, repleto de momentos memorables y chaladuras pasadas de rosca a velocidades de vértigo a lo superporducción de Hollywood que realmente quitan el hipo, bosses del copón bendito y un músculo gráfico que hace que se te caiga un huevo por cada camal; y perdón por la expresión.

De hecho, hay cierto efecto climatológico/apocalíptico en el planeta Sera (que en esta entrega parece agonizar) al que los protagonistas nombran “llamarada” ─una especie de huracán de fuego y electricidad─ que visualmente es impactante sacando partido de Xbox One como pocos títulos han sacado hasta la fecha; es, simplemente, impresionante. Como no lo es menos el comprobar cómo afecta este entorno excesivo a la física de las armas como la ballesta o el lanzagranadas, teniendo que calcular la dirección del viento antes de disparar. También se atreven con coberturas móviles que nos obligan a cambiar de punto cada diez segundos, lo cual a su vez es un poco ruptura mental de lo que teníamos asimilado como concepto natural de la serie, y nos regalan momentos de desahogo con auténticos bicharracos de armas como el Bajonazo y sus discos de sierra que rebotan en las paredes o el demoledor Dropshot que lanza una mina a ras del suelo tan lejos como mantengas apretado el gatillo.

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En The Coalition han hecho fácil algo que parecía muy difícil: encargarse de una saga que ya no importaba a nadie y llevarla a lo más alto haciendo prácticamente lo mismo. Es complicado de expresar: es como si hubieran cogido todo lo que ya estaba trillado en un Gears of War, e incluso se podría decir quemado, y nos lo volvieran a presentar con un sabor más refrescante. Es como revivir aquel momento cuando descubriste por primera vez la saga pero sufriendo una especie de déjà vu placentero. De repente, todo lo que te cansaba te vuelve a arrancar una sonrisa, y vuelves a ilusionarte con detalles y mecánicas que ya dabas por superadas como jugador. Aunque que te dejen al fin rebanar lomos a machete o meterte en un mecha que da unas hostias que hacen subir el pan también influye, claro.

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