No creo que le extrañe a nadie que conozca de primera mano cómo trabajan en Nihon Falcom el que Ys sea para mí la mejor saga de RPG que me he tirado a la cara. Conmigo no hay discusión ahí, es de esas pocas cosas que tengo claras en mi vida. De las tres series principales que lleva la compañía japonesa en danza desde que muchos de nosotros lleváramos pañales (Ys, Xanadu y The Legend of Heroes), es sin duda la protagonizada por Adol Christin y su inseparable compañero de pelo azul Dogi la que más ilusión me hace descubrir en cada una de sus nuevas entregas. Será porque prescinde de las tramas políticas y profundas de un Trails of Cold Steel (y de su palo metido por el culo, todo hay que decirlo), presentando a un protagonista que se la pela bastante todo el trasfondo oscuro que a menudo se puede intuir ─como buen juego de rol que es─, ya que Adol siempre se presenta como un aventurero ávido de emociones y que solo busca ese nuevo misterio, adicto a la ilusión de descubrir qué le deparará el siguiente emocionante destino, en unas aventuras con una energía positivísima que no cesa ni a las treinta horas de juego.

No es solo esa enérgica alegría aventurera lo que hace que jugar a cada nuevo Ys sea una gozada porque, lo primero, es un juego que entra por el pad. Imaginaros un action-RPG a lo Zelda pero entripado y con un cohete metido por el culo, con un ritmo de combate vertiginoso y una propuesta que SIEMPRE da prioridad a tu habilidad en una jugabilidad absolutamente electrizante, por encima del leveleo pocho o la manida resolución de puzles. Si aquí explorar un nuevo mapeado es una gozada es porque va a toda leche sin cortes de ningún tipo, con un gameplay, como decía, muy de la filosofía del beat’em up y shoot’em up noventero, teniendo al jefe de fin de fase como ley, girando todo el control alrededor de un ritmo muy, muy old school. Todo esto no cambia un ápice en este reciente Lacrimosa of Dana.

Cabe citar que la saga ha ido dando bandazos de un estilo de juego a otro a lo largo de su dilatada carrera, pero siempre respetando las leyes arcade hardcoretas mentadas. Desde esos dos primeros capítulos donde el combate era por contacto (una cosa rarísima) hasta entregas no programadas por Falcom como el caso de las dos versiones del cuarto capítulo, The Dawn of Ys y Mask of the Sun (subsanado recientemente por el equipo original en Memories of Celceta, quedando éste como la cuarta entrega oficial ─es una historia muy larga─), pasando por la pauta marcada en The Ark of Napishtim y que se perfeccionaría en The Oath in Felghana e incluso Origin, y parándonos en el estilo actual marcado por Ys Seven de PSP, estructura de juego utilizada tanto para la anterior entrega de PS Vita (el mencionado cuarto capítulo oficial de Falcom) como para esta octava iteración que nos toca disfrutar.

No es de extrañar que Lacrimosa of Dana corra bajo las pautas de Seven, ya que éste actualizaba la clásica fórmula dinamizando los combates aún más si cabía y encumbrándolo hacia lo mejorcito ya no de la serie, sino del género. Vuelve la exploración premiada de un gran mapeado (una isla desierta en este caso), llevando a tres personajes a la vez que podemos intercambiar al instante, cada uno con una habilidad fuerte o débil a según qué tipo de enemigo (el mítico piedra-papel-tijera rolero), con ese ritmo loquísimo de completar side-quests al vuelo sin darnos cuenta y subiendo el contador de horas gustosamente como si no fuéramos conscientes de que algún día moriremos; uno de esos placeres difíciles de explicar que no quieres que se acaben. Sí, hay una historia épica detrás y gente que le va la “charreta”, pero en un porcentaje más intrascendente de lo que creías necesario para considerar a una obra como RPG. Realmente lo que quieres es seguir cepillándote enemigos a toda hostia, sacarles las tripas mecánicas a ese nuevo final boss y, sobre todo, disfrutar de la brutal banda sonora, como siempre pasa en esta saga.

Si bien puede haber quién pueda levantar la mano ante mi afirmación de estar ante la mejor saga de rol existida y por existir, creo que no habría debate en el apartado sonoro. Yo no valgo para describir música; solo os emplazo a que busquéis por youtube cualquier fase o cualquier boss de cualquier Ys, así de fácil os lo pongo. Temazo tras temazo, la evidencia de calidad en la banda sonora es realmente aplastante, y es lo único que consigue pasar por encima de la drogadicción jugable que ofrece. Por si algún fan en la sala ya está aburrido de leer tantas evidencias y lo que le interesa es saber qué hay de nuevo aquí, les diré que poca cosa para bien o para mal. La historia parte del naufragio del barco mercante en el que curramos, el Lombardia, a base de kraken que te crío, y en el intento de levantar una aldea en la isla supuestamente desierta donde vamos a parar, buscando al resto de pasajeros y miembros de la tripulación, mientras tratamos de resolver el misterio que envuelve a este Triángulo de las Bermudas del universo Ys que es Isla de Seiren.

En lo jugable, obviando las misiones que nos llevarán a desarrollar nuestra aldea y a la ya clásica zanahoria en forma de detallito cada vez que exploramos otro 10% de la isla, cabe destacar una especie de eventos que ocurren de vez en cuando, en los que atacan nuestro poblado y tenemos que acudir rápidamente a protegerlo. Las mecánicas de un ‘modo horda’ están perfectamente adaptadas y le sientan como un guante, por raro que parezca a un exponente del género que, por muy rolazo que sea, es pura jugabilidad. Se nota que han invertido mucho esfuerzo en estos momentos, y se premia el haber explorado y rescatado a cuantos más mejor, cosa que también se utiliza para limitarnos un mundo abierto vigilado en un principio, pero que se va espatarrando según avanzamos y sorteamos los obstáculos impuestos, descaradamente, por la cantidad de aldeanos necesarios para empujar, por ejemplo, el pedrusco que nos impide acceder a esta o aquella zona. Pero como decía, los momentos “defensa de la aldea” es donde más se aprecia y pone a prueba un gameplay finísimo como pocos.

Que nadie se lleve a confusión: Ys VIII es un juego de PSVita. Y aunque, al contrario de lo que pasaba con el anterior capítulo para la portátil, Memories of Celceta (donde se veía claramente un reaprovechamiento del motor de Seven de la ya lejana PSP), aquí sí se explota la potencia de Vita en el que será a todas luces su último pelotazo; no hay que pasar por alto si adquirimos la versión de PS4 que esto no deja de ser un port. Y además de los que pegan cantazo y pueden echar para atrás al que no venga informado. Es mucho más caro y deja muy visibles sus aristas (porque, aunque los juegos de Falcom son bonitos, digamos que no son famosos por su apartado gráfico), si bien a su favor tiene un mayor contenido en forma de mazmorras y enemigos y, lo más importante, 60 frames. No voy a negar que jugar al doble de fotogramas que en Vita no sea un buen reclamo, y más en un programa que en ciertos aspectos parece venirle grande a la pequeña de Sony…

Pero en cualquier caso, lo hagáis como lo hagáis, jugad a Ys, por el amor de dios. De no hacerlo os estaréis perdiendo la más brutal y catatónica fusión de jugabilidad y musicote que podáis sentir en vuestras carnes (con todos mis respetos a Nex Machina). Droguita de la buena parte 8.

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