Prácticamente tres décadas han transcurrido desde que Andrzej Sapkowski publicara por vez primera «El Brujo», historia con la que comenzara la «saga de Geralt de Rivia». Los relatos de este escritor polaco, aparecidos inicialmente en la revista Fantastyka, gustaron a propios y extraños, propiciando su recopilación en un par de tomos que extendieron la historia a cinco libros más. El éxito, que sorprendió al propio Sapkowski más que nadie, sobrepasó las fronteras de Polonia hasta el punto de que toda la obra ha sido publicada en España; además de haberse podido ver al brujo en el cine, en formato televisivo y, claro está, en forma de videojuego.

«El Brujo» fue igualmente importante para una empresa como CD Projekt, una compañía fundada en 1994 que se dio a conocer entre la comunidad jugona de Polonia gracias a la distribución de juegos como Baldur’s Gate, Icewind Dale y otros grandes RPG de reconocida fama, llevando a cabo una ejemplar localización de los programas al polaco. Con la obra de Andrzej Sapkowski en mente, se formó una división que respondería al nombre de CD Projekt Red Studio, en un principio especializada en el desarrollo de software para PC. Su primer juego, The Witcher, fue todo un éxito, logrando las alabanzas tanto de la crítica como del público.

The Witcher 2 llegó en 2011, llevando como pocos juegos han hecho antes el apartado visual a lo más alto de lo que en esos momentos daba de sí un ordenador. Algo que se antoja bastante increíble viniendo de un grupo de programación de lo más reducido si lo comparamos con las carísimas producciones de las grandes compañías. De hecho, todo esto era difícil de concebir si llegamos al punto de que hasta hace poco era factible decir que la belleza pictórica de las imágenes de The Witcher 2 no habían sido superadas, hazaña técnica que se alejaba diametralmente de todo aquel que no tuviera un ordenador de última generación. La secuela era y sigue siendo muy, pero que muy exigente en lo que a requisitos de hardware se refiere.

Curiosamente, The Witcher 3, esperado como el culmen técnico para los usuarios de PC y de consolas de nueva generación, es un programa mucho más generoso con la tecnología. Es una preciosidad de juego, y en él se ve cómo CD Projekt ha ganado una experiencia que le viene como anillo al dedo a los poseedores de un PC digamos «humilde» para los cánones de exigencias actuales. Habiéndolo probado en un Athlon X4 con una HD 7770 a la que le costaba sobremanera mover The Witcher 2, esta nueva entrega corre como la seda sin escatimar en demasía con la configuración visual, luciendo espectacular y corriendo con una fluidez que ya quisieran para sí títulos como Assassin’s Creed Unity o The Evil Within.

En videoconsolas se ha obtenido igualmente un resultado espectacular, pero que ha traído consigo la polémica de un llamativo downgrade con respecto a los vídeos mostrados por CD Projekt hace meses. Realmente, para entender el asunto de los downgrade, es justo saber un poco cómo funcionan los desarrollos al nivel de un juego como The Witcher 3. Es absolutamente normal tener que ir recortando a medida que el proyecto crece, puesto que aquello que se enseña no dejan de ser assets montados a los que a nivel interno falta mucho por implementar. Matices como la gestión del mapeado, la IA y un buen puñado de detalles más consumen unos recursos que a buen seguro estos montajes previos no utilizan, amén de que adaptar el rendimiento a todo el plantel de configuraciones existentes en el mercado de los compatibles PC -además del factor consolas- es una tarea titánica que no puede rechazar la utilización del tijeretazo.

Pero demonios… ¡ojalá todos los downgrade fueran así! Y es que estamos ante uno de los trabajos más bonitos del panorama actual, enfrentándonos por fin ante lo que bien podría definirse como un auténtico videojuego de nueva generación. Movimientos fluidos, un mapeado inmenso que recorrer con total libertad, asombrosos efectos de partículas, una iluminación fantástica… y detalles, miles de detalles. En conjunto es un no parar, que además conjuga a la perfección con un fabuloso arte -ojo también a la portentosa banda sonora- en el que destaca el diseño de personajes y monstruos, incapaces de escatimar en detalle. Es un lujo con el que resulta complicado asumir la gran optimización de código, y ante tal monumento no puedo hacer otra cosa que rendirme ante los artistas de CD Projekt y, siendo justos, enfadarme con todos los que están indignados por el mentado downdgrade.

Lo genial es que The Witcher 3 no se queda en lo que vemos en pantalla. Estamos ante un juego inmenso, tanto en magnitud como en poderío jugable. Pocas veces me he encontrado con una aventura tan bien planteada, donde todo resulta agradable pad en mano. Más que agradable, gratificante, ya que CD Projekt a tenido a bien de que cualquier cosa que hagamos en el juego no derive hacia el aburrimiento. Desde la típica conversación de taberna hasta la exploración por unos hermosos parajes asolados por la guerra, pasando por las más cruentas cacerías con el brutal bestiario como protagonista, The Witcher 3 es un incomparable marco de virtudes en el que gracias a un sublime control y a un soberbio planteamiento de la metodología lúdica nada parece fallar.

Lejos de querer destripar nada, os animo a que marquéis este juego como vuestra adquisición más inmediata. O, en su defecto, que lo probéis una horita o dos para a buen seguro convenceros sin remisión. Sus combates, la forma de plasmar las misiones, el toparos con emboscadas de bandidos o canívales, descubrir lugares asombrosos, contemplar la belleza de Yennefer… The Witcher 3 es tan emocionante como redondo, muy capaz de hacer que tengas más de un cosquilleo en el estómago al hacerte ver que estás en un universo muy vivo. Que el hecho de toparte con una tercera parte no te frene para disfrutar de esta joya, apto para todos los jugadores que gusten de los buenos juegazos. No exagero si digo que llevo más de ciento cincuenta horas, sin que decaiga un ápice mis ganas de seguir explorando los Reinos del Norte. No digo más, que todavía tengo mucho por explorar… al fin y al cabo, soy Geralt de Rivia.

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