Cuando vi el tráiler de lanzamiento de Last day of June, supe que el juego sabría por dónde pillarme para emocionarme. Tocar la fibra sensible cuando se habla del amor y de perder a un ser querido, si se hace medianamente bien ─y lo que es más importante, si se hace de forma honesta─, es tener una buena baza. Y en esa presentación, el trabajo de Ovosonico lo consigue, hasta el punto de que es más que capaz de erizarte algún que otro pelillo. Probé a enseñárselo a mi pareja… y se confirmó: el vídeo en cuestión le hizo saltar las lágrimas. Pero claro, también es verdad que hace un poquito de trampa, sonando “Pariah”, una preciosísima canción de Steven Wilson con Ninet Tayeb dándolo todo a la voz que si no te pone los vellos de punta es que estás muerto. Contempladlo vosotros mismos; si no os emocionais es que sois de piedra.

Resulta que el propio Wilson pone la banda sonora a todo este Last day of June. Debo reconocer que no sabía de este arista, y mi buen amigo Ángel Brasero (nuestro webmaster y todo un señor músico) me introdujo rápidamente en su obra. Descubrí canciones muy potentes en su mensaje, con un carácter melódico que va directo al corazón. Para colmo, los videoclips que adornan sus temas suelen ser una auténtica maravilla, donde en todos se cuenta una historia que te derrite el alma (y que, como dice el bueno de Ángel, te entran ganas de suicidarte.). Y resulta interesante que Last day of June está basado en el vídeo de «Drive Home», tema perteneciente al álbum The Raven that Refuse to Sing. Desde ya os recomiendo indagar en la discografía de Steven Wilson, repleta de emotivas composiciones absolutamente maravillosas.

¿Qué sería capaz de hacer por la persona a la que quiero? Esa es la premisa por la que se mueve Last day of June, abrazando un concepto de juego que podríamos definir como historia interactiva con la base del amor y la pérdida. Detrás de este intimista trabajo se encuentra Massimo Guarini, todo un veterano del sector en cuyo currículum podemos encontrar nombres como Shadows of the Damned o Naruto: Rise of a ninja. Además del citado Steve Wilson, se ha contado con la colaboración de Jess Cope, animador del film de Tim Burton «Frankenweenie» y director del videoclip de Metallica «Here comes revenge». Por consiguiente, es fácil adivinar que en Last day of June hay un importante factor creativo/artístico digno de mención.

Y así es. Last day of June es como contemplar poesía en movimiento, un hermoso verso que, en forma de videojuego, cautiva los sentidos y no hace prisioneros. La conjunción de su arte, con las ya mentadas melodías de Wilson y un plantel visual que parece sacado de un sueño agridulce en el que se amalgaman las ideas de Van Gogh y Tim Burton, narra una historia en la que los sentimientos chocan continuamente, en el que se funden con maestría el amor, la frustración, la esperanza y la desazón. Siempre sobre un entorno que sorprende por su pictórica belleza, haciéndose hincapié en lo bonito de aferrase a la vida y a aquello que, haciendo palpitar nuestro corazón, hace que merezca la pena seguir atisbando un día más, a pesar de las contradicciones de la pérdida.

La mecánica escogida es sencilla, atractiva y con mucha enjundia. Last day of June es eminentemente un ejercicio narrativo, pero no deja de ser un videojuego en su más pura esencia. Se progresa en base a unos puzles que juegan con las corrientes temporales y con las distintas posibilidades. Caminos paralelos pueden dar lugar a que la historia se bifurque, y ahí es donde Carl, nuestro protagonista, se agarra para que aquella mágica excursión con su amada June no termine en tragedia. Solo, amargado y postrado en una silla de ruedas, vive cargando con la culpa a sus espaldas. Es tal la fuerza de su sentimiento que se abre la posibilidad de cambiar el fatal destino de June. ¿El amor lo puede todo?

Parece mentira que los personajes diseñados por Ovisonico sean tan expresivos, a pesar de no tener facciones (cuencas vacías para los ojos, no hay boca…). Las animaciones son maravillosas, y todo está dirigido con una maestría sin igual. A este respecto, y ante lo susceptible de que al volver una y otra vez atrás en el tiempo se repitan situaciones, es muy elogiable el inteligentísimo diseño de juego implementado, de tal manera que la narrativa salta con gracia lo más tedioso de cada momento repetido. Así, Last day of June consigue focalizarse sobre la historia y, sobre todo, el objetivo inmediato. Os puedo decir que, muy lejos de frustrar, hace que todo el proceso sea sumamente gratificante. Y conste que, aunque de forma somera, te hará mover tus neuronas.

Pero más allá de su factor lúdico, de su mecánica, de su arte… Donde Last day of June prevalece es en el conjunto y en su mensaje. Acabo percibiendo esta obra de principio a fin como un maravilloso ejercicio que despierta mi sonrisa, que me anima a luchar por los que quiero y a asumir ciertas cosas de esto que llaman vida. Por mi parte, os recomiendo de todo corazón el que viváis esta experiencia. Son unas tres horas que se me antojan poco menos que imprescindibles, y que, aunque no lo parezca, pueden ser más si queremos ser completistas con los recuerdos de todos los personajes.

No digo más: tienes que vivir el último día de junio.

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