El cúmulo de sensaciones que se le queda a uno después de finalizar una obra como Uncharted 4 es ciertamente difícil de definir. No obstante, prevalece el sentimiento de haber saboreado de uno de los videojuegos más redondos de todos los tiempos, habiéndose grabado a fuego la percepción de que el trabajo de Naughty Dog es casi imposible de superar en no pocos aspectos.
Es bastante probable que todo aquel que se precie de estar más o menos al día en esto del ocio electrónico sepa de primera mano qué es eso de Uncharted. No en vano, la hasta ahora trilogía creada por los padres de Crash Bandicoot era uno de los títulos bandera de PlayStation 3. Ya en su primera aparición en 2007, el amigo Nathan Drake agarraba con fuerza las mecánicas que popularizaría Tomb Raider ─en lo referente a entornos tridimensionales, por supuesto─ y las mezclaba con unos tiroteos de órdago y una narrativa cuya evidente influencia cinematográfica nos trasladaba a los mejores momentos de Indiana Jones en el celuloide.
Todo esto lo hacía el primer Uncharted mientras su más que destacable arte se recreaba en uno de los entornos técnicos más potentes del hardware que lo sustentaba (algo habitual en Naughty Dog), dando como resultado un juego de acción y aventuras tan espectacular como divertido. Y como no podía ser de otra manera, el factor secuela se hizo realidad un par de años después, sorprendiendo a propios y extraños con un videojuego asombroso de medio a medio. Las premisas que dieron forma a La Fortuna de Drake ─el primer Uncharted─ se potenciaron de manera desmedida en esta segunda parte, confirmándose este Uncharted 2: El Reino de los Ladrones en una convincente excusa para adquirir una máquina como PlayStation 3.
Apreciando Uncharted 3: La Traición de Drake como el grandísimo juego que es (muchos criticaron lo excesivamente conservador del conjunto), se puede decir que con esta trilogía Naughty Dog marcó la diferencia de lo que un equipo de desarrollo puede lograr cuando trabaja en exclusiva para un hardware en concreto. Del mismo modo, todos los Uncharted ─incluyendo el sobresaliente El Abismo de Oro desarrollado por Bend para PS Vita─ han demostrado los altísimos valores de producción que puede llegar a tener un videojuego apoyado por una gran compañía como Sony. Lejos de sonar panfletista, lo que quiero decir es que es importante que existan este tipo de producciones gigantescas, cuyos desarrollos no podrían sostenerse de no ser por el apoyo de una gran empresa. Que existan videojuegos de corte independiente es sanísimo para la industria, pero el que el usuario pueda también gozar del grandilocuente espectáculo del que son capaces lanzamientos como Quantum Break o el nuevo Uncharted 4 es algo que, lejos de despreciarse (ay, los “postureos”), hay que saber apreciar y, por supuesto, disfrutar.
En este sentido, Uncharted 4: El Desenlace del Ladrón es más que probablemente el máximo exponente de lo que podríamos definir como un gran desarrollo. Una vez finalizada la aventura de principio a fin, es fácil llevarse las manos a la cabeza con solo pensar en lo que hay tras el proceso de creación de un título tan excesivo. En este caso, los valores de producción van un paso más allá de la mera inclusión de las tremendas escenas cinemáticas que nos regala el juego (todas ejecutadas en tiempo real), dejándose notar sobre todo en el brutal catálogo de assets. Es probable que el usuario medio no repare en estas cosas, pero a poco que uno se detenga mínimamente en todos y cada uno de los escenarios, podrá dar fe de la cantidad de detalles que han sido modelados y texturizados al más alto nivel para conformar un entorno tan coherente como vivo. Decenas de estatuillas, armaduras, ídolos, multitud de muebles, vehículos… rara vez se repite algo en un universo en el que todo está plasmado para transmitir naturalidad.
Un ejemplo de estos excesos lo encontré en el capítulo once, con los protagonistas en un mercado. Me detuve para contemplar cómo estaban modelados los coches, llamándome la atención un “dos caballos” y el mítico 600; después, desde una vista superior, dirigí la mirada hacia la muchedumbre, con tenderetes de toda índole, gente paseando, curiosos, etc. Me percaté de que muy al fondo había tres personas que estaban colocando una escalera en una pared, y tras ello, se ponían a hablar. Decidí esperar para ver hasta qué punto Naughty Dog había programado las animaciones de los “figurantes”… y la sorpresa fue mayúscula. Y es que estamos hablando de una escena que seguramente pasará desapercibida para muchos jugadores, pero ahí estaban esas personas actuando durante largos segundos con absoluta naturalidad: tras un rato de conversación, uno coge un cubo y se lo pasa a su compañero, el cual comienza a subir la escalera mientras los otros dos la sujetan, y ya arriba, el personaje comienza a pintar la pared. Todo esto, como os digo, contemplado a muchísima de distancia.
Uncharted 4 está repleto de este tipo de detallitos, esos matices que hacen grande una obra. Algunas cosas vienen heredadas de anteriores episodios; otras tantas surgen de la mano del potencial de PlayStation 4. Los personajes reflejando cómo sus ropas quedan mojadas tras un chapuzón, el barro mancha, las piedras caen en los terraplenes… Detalles, detalles y detalles que delatan un gusto por lo perfecto que raya lo enfermizo. A esto hay que sumarle factores como el viento, el polvo, las plantas, la impresionante lluvia, el agua (tan importante siempre en Uncharted), la luz… la demostración de fuerza que hace Naughty Dog plasmando la naturaleza de la manera en la que lo hace es aplastante. Un complemento sin duda ideal para lo que es uno de los apartados técnicos más avanzados que ha presenciado un servidor. La definición de la imagen en general es impecable, con unos los niveles de antialiasing que parecen estar más allá de la tecnología actual; los renderizados de escenarios y personajes (estos con innumerables puntos de animación) rayan lo absurdo en cuanto a excesos; la profundidad de las texturas y su tratamiento no tiene parangón; el manejo de partículas y la implementación física es de diez… Y esto moviéndose con una fluidez que quita el hipo, manteniéndose unas treinta imágenes por segundo imposiblemente robustas y, encima, suavizadas por una elegante aparición de efectos de tipo blur.
Todo esto está muy bien cuando hablamos de números y queremos presumir de consola, pero, como se suele decir… ¿y el juego? Pues no exagero un ápice si digo que Uncharted 4 es una de esas experiencias que hay que vivir sí o sí. El cúmulo de sensaciones que deja esta grandiosa aventura una vez finalizada es absolutamente impagable, y más todavía si tenemos afinidad con el señor Drake y el maravilloso elenco de secundarios de la franquicia. El juego es emoción, es tensión, es buen rollo, es espectáculo… Y sin abandonar el concepto diversión que debe ir atado a la palabra videojuego, ya que la exploración (ahora potenciada por escenarios inmensos), los tiroteos (con un sistema de coberturas fantástico) y todo lo relativo a los saltos y escaladas son todo un ejemplo del mejor entretenimiento que puede ofrecer a día de hoy esto del ocio electrónico. Eso sí, y esto es un consejo: atreveos desde el principio con el modo “difícil”, ya que, más abajo de eso, Uncharted 4 es un paseo por momentos insultante.
Aún a riesgo de repetirme, no puedo dejar de mencionarlo genial que es arriesgar el cuello de Nathan en escarpados riscos mientras contemplamos absortos el fotorealismo de los escenarios. Porque gráficamente es un juego capaz de hacer que se me caiga la baba, trasladándote a los más salvajes paraísos sin que se le vea el cartón. Igualmente sensacional es, además de lo enfermizo en lo que a detalles se refiere, lo estudiado de su factor lúdico. A Uncharted se le puede acusar de ser un tanto scriptado en ciertos momentos, pero es de justicia decir lo apabullante del factor game-design de este título, donde no hay absolutamente nada dispuesto al azar, del mismo modo que tampoco existen elementos que a nivel de juego sean susceptibles de frustar al usuario con incómodas mecánicas. Todo está colocado para que sea divertido, para que no tengas que aburrirte recorriendo un escenario incómodo dos veces, para que, en definitiva, tu mundo se convierta en aquel al que te traslada Naughty Dog.
Para colmo, el guión es una pasada, a pesar de que la saga sigue cayendo en algo que a nivel personal siempre me ha fastidiado, y es lo excesivamente jocoso del conjunto, con protagonistas que aún con sus vidas en peligro no cesan de soltar chascarrillos. Esto es algo que se acentúa sobremanera con el doblaje al castellano, si bien dejo reconocer que en los momentos más dramáticos los actores logran convencernos del drama en cuestión. Porque sí, hay drama, hay alegrías y todo un cúmulo de sentimientos que aflorarán con todo lo que se le viene a Nathan Drake encima. Su pasado es su futuro, y seremos testigos de un personaje que, pese a la superficial apariencia, ha madurado y tiene muchas capas tras de sí. En este sentido, Elena es el personaje que quizás resulte más interesante… ¡Y no digo más! De todas maneras, da gusto verlos a todos en acción y en las deliciosas cinemáticas. Escenas, por cierto, adornadas por las magistrales partituras de Henry Jackman ─compositor en films como «Capitán América: Civil War» o «Rompe Ralph»─, que sustituye al hasta ahora habitual Gred Edmonson. Y sí, se echa en falta la fanfarria principal de la saga, su magistral ‘Nate’s Theme’.
Uncharted 4 es en la actualidad la experiencia definitiva que puede marcar la diferencia a la hora de decidirte por una máquina de nueva generación como PS4. A nivel técnico ofrece lo nunca visto, un espectáculo sin parangón. Y como juego en sí es fabuloso, dando entre quince y veinte horas de lo que es un modo historia a todas luces apasionante. Y por si esto fuera poco, Naughty Dog ofrece un multijugador que reúne mucho de lo aprendido en los anteriores capítulos de la serie para componer unos enfrentamientos online rápidos, furiosos y, sobre todo, muy, muy divertidos. Además, a sabiendas de lo que es idóneo para este tipo de partidas, los desarrolladores han prescindido de ciertos detalles visuales del modo historia en pos de que el multiplayer pueda correr a sesenta imágenes por segundo, con lo que la suavidad y la precisión están más que garantizadas. Tal y como funciona esta modalidad (bastante profunda por las posibilidades que esconde) se me antoja como un juego que puede establecer una sólida base de usuarios a medio plazo.
Poco más que añadir al que para mí es uno de los videojuegos más impresionantes de todos los tiempos. De hecho, si eres usuario de PlayStation 4 seguramente estarás leyendo esto con el disco ya en tu estantería. Y si no te lo has acabado aún, quizás lo más sensato sea que dejes de leer Metodologic ahora mismo y te lances de lleno hacia el legado que los Drake dejan al mundo del videojuego. Convirtamos el final en la esperanza de que, de una manera u otra, Naughty Dog siga manteniendo vivo el sabor de la aventura con maravillas de alta categoría como este soberbio Uncharted 4.