El fenómeno Mirror’s Edge es cuanto menos curioso. Y es que, si uno se asoma a esa ventana de la información que es internet, podría llevarse la falsa sensación de que el juego original fue todo un éxito de ventas. No en vano, muchas eran las voces que clamaban por el retorno de Faith al mundo del videojuego, rogando para que el binomio formado por Electronic Arts y DICE colocara nuevamente en el mercado una nueva entrega. Pero lo cierto y verdad es que aquel Mirror’s Edge de 2008 vendió lo justo como para que sus productores hayan tardado ocho añazos en lanzar el título que hoy nos ocupa.
Tal y como funciona el negocio hoy día, tened por seguro que, si Mirror’s Edge hubiese hecho buenos números, hubiésemos tenido secuela a lo sumo un par de años después. Es por ello que, bajo este particular prisma, es cuanto menos elogiable el hecho de que Electronic Arts haya escuchado las voces de ese pequeño grupo de fans que, esperemos, respondan luego ante un lanzamiento que expande en gran medida la propuesta original. Visto lo visto, puede tener como consecuencia el que esta sea o no la última aventura de Faith, y teniendo en cuenta la calidad que atesora Mirror’s Edge Catalyst, sería una auténtica pena.
Catalyst no lo tiene fácil. Y ojo, porque es un juego estupendo. Posee un argumento atractivo, visualmente tiene encanto y el control es una delicia, hasta el punto de que llega un momento en el que te da igual lo que pasa en pantalla porque estás disfrutando yendo de aquí para allá. Sin embargo, su mayor obstáculo reside precisamente en el viejo Mirror’s Edge. A pesar de que todo lo relativo al manejo se ha optimizado sobremanera, el juego resulta demasiado similar a lo que ya pudimos disfrutar allá por el 2008. Hay una gran incorporación que es el mundo abierto, pero en cuestión de sensaciones, a Catalyst le cuesta decir algo que no dijera su precedesor.
Incluso gráficamente parece por momentos inferior. Lo nuevo de DICE hace uso de la última iteración de Frostbite, motor que ha dado resultados tremendos en Battlefield 4, Star Wars Battlefront o los últimos Need for Speed. Sin embargo, y a pesar de presentar un buen puñado de hermosas estampas, los resultados obtenidos en Mirror’s Edge Catalyst se alejan de cualquier atisbo de espectacularidad, hasta el punto de que el anterior Mirror’s Edge ─movido por el veterano Unreal Engine 3─ tiene no pocos puntos en los que se sitúa varios palmos por encima, sobre todo en lo que a detalle y texturas se refiere. De hecho, y por poner un ejemplo, hay personajes en Catalyst cuya realización da un poco de vergüenza…
Pasando este detalle por alto, la nueva aventura de Faith es muy satisfactoria en términos de jugabilidad. La linealidad del anterior juego da paso a un mundo abierto cuya mecánica de juego se fuerza un tanto por la amplitud del escenario, con paseos a veces anodinos que repetiremos una y otra vez (salvándose por los placenteros controles). Sí resulta muy divertido el combatir con los enemigos que salen al paso de nuestra heroína, con un sistema de peleas sencillo y de lo más entretenido… y esta vez sin armas. Además, Faith podrá hacer uso de sus habilidades en plena carrera, dejando KO a los rivales de las maneras más espectaculares.
El gran problema de Mirror’s Edge Catalyst es la extraña sensación que tiene uno mientras lo juega. Aparte del mentado déjà vu con respecto a su antecesor, y dejando de lado lo divertidísimo del concepto en sí, que es bonito y que suena estupendamente (Magnus Birgersson vuelve a dejar constancia de su buen hacer), uno no deja de tener el constante picazón de estar ante un ejercicio un tanto intrascendente. Es molesto porque en verdad no es así, ya que, en su particular concepción, es imposible decir que estamos ante un mal juego. Pero la sensación está ahí, y en mi caso debo decir que es sumamente palpable y, más que probablemente, fomentada por la absoluta falta de carisma de rodea al 99% de los personajes. Ni Faith ni los entretenidos desafíos en línea que propone el juego entre misión y misión hacen por darle sal al conjunto.
Con todo, Mirror’s Edge Catalyst no deja de ser un lanzamiento más que susceptible de ser recomendado, si bien es sano saber a qué debe atenerse uno. Si gozaste al máximo con el juego original, esta secuela debe estar sí o sí en tus manos. Lo contrario, por supuesto, si te cansaste de Faith en su primera aventura. Y si desconoces del todo de qué va la cosa, te animo a que lo pruebes más allá de los primeros compases para saber a qué atenerte. Es uno de esos juegos que o te chiflan o te dejan del todo indiferente. Aunque, lo reconozco, yo me he quedado a medio camino…