En los últimos tiempos he leído muchas opiniones al respecto de que el sistema de batalla por turnos en los RPG está obsoleto, que no aportan nada y que, en definitiva, es cosa del pasado. Yo no estoy de acuerdo, y opino que sigue tratándose de una opción a tener en cuenta a la hora de realizar un juego de rol. Existen bastantes jugadores que prefieren este clásico sistema con la idea de tomarse con calma los combates y, consecuentemente, pensar bien en la estrategia mientras; que otros prefieren la rapidez e intensidad de un buen action-RPG. Por supuesto, también los hay que se decantan por un sistema híbrido.
Seguro que en este punto os estaréis preguntando por qué saco este tema si el presente texto trata sobre Dragon Quest VII. Y es que, básicamente, Dragon Quest es uno de los representantes de peso en lo que al RPG con sistema de combate por turnos se refiere, siendo el perfecto ejemplo que demuestra el hecho de que esta metodología de juego sigue tan vigente como antaño, otorgando una experiencia que dista mucho de ser cosa del pasado. Con una buena ejecución, las grandes sensaciones están ahí al alcance del usuario, y cuando una franquicia como la que hoy nos ocupa ha llegado a tener diez entregas principales ─y un buen puñado de spin-offs─ es porque, precisamente, lo han estado haciendo bien. Por descontado, Dragon Quest VII: Fragmentos de un Mundo Olvidado no es una excepción, y vamos a verlo con más detalle.
La historia de la séptima entrega de la saga es curiosa, aunque también tristemente muy repetida a lo largo de la historia del ocio electrónico. Enix lo lanzó originalmente en el año 2000 para la primera PlayStation, pero solo en Japón y Estados Unidos; mientras que los europeos ─sin contar con el factor importación, por supuesto─ nos quedamos sin el advenimiento del que para muchos es la mejor entrega de la saga. Por suerte, el lanzamiento en nuestro territorio de los remakes de Dragon Quest IV, V y VI para Nintendo DS, además de la aparición de Dragon Quest IX para la misma consola, ha servido para ir preparando el terreno en pos de potenciar la popularidad de una saga que parecía siempre estar fuera del alcance de los aficionados al buen RPG japonés (con la excepción de aquel Dragon Quest VIII que sorprendió a propios y extraños en PlayStation 2).
Hemos tenido que esperar hasta el presente 2016 para recibir el esperado remake de Dragon Quest VII, recibiéndolo una Nintendo 3DS que llevaba tres añazos presumiendo de él en tierras japonesas. Como es lógico, el que esto suscribe llegó a pensar que no nos llegaría el juego. De hecho, a principios de 2017 se supone que también se pondrá a la venta la versión 3DS de Dragon Quest VIII, pero eso es otra historia. Lo que importa ahora mismo es que por fin el usuario español puede adquirir una de las entregas más recordadas de la franquicia de RPG japonés por excelencia… ¡con permiso de Final Fantasy, por supuesto! Así pues, podemos gozar por fin de esta particular mezcla de los mejores elementos vistos en las anteriores entregas, aglutinados con sabiduría en un solo título, con una gran duración y muchas tareas por realizar.
Como suele ocurrir en todos los juegos de la saga, el protagonista es un personaje silencioso al cual podemos ponerle el nombre que queramos. Empezamos la aventura en un pueblo pesquero muy bonito, en una solitaria isla en el océano. Nuestro personaje tiene una gran amistad con el príncipe del territorio, y ambos están decididos a salir de la isla para descubrir otras tierras lejanas, a pesar que les han dicho que en este mundo no hay otros sitios por explorar. Este es el principal misterio a solventar de Dragon Quest VII: Fragmentos de un Mundo Olvidado, y ya aviso que más o menos la primera hora de partida la vamos a pasar investigando de aquí para allá para descubrir cómo acceder a otros lugares.
Por lo tanto, esta séptima iteración tiene un inicio lento, pero una vez que lleguemos a nuevos lugares, podremos ir empezando a tener todo tipo de combates con los monstruos clásicos de la serie: los carismáticos limos, todos los seres derivados con formas de verduras (como una berenjena andante que tiene un diseño genial), los monstruos que son mezcla de varios animales/elementos, y bichos enormes y auténticamente peligrosos… Todo, por supuesto, con los maravillosos diseños de Akira Toriyama. En Dragon Quest VII, como ya se viera en la novena entrega, no hay combates aleatorios, sino que vemos los enemigos en el mapa general y en las mazmorras, y nosotros decidimos si entablamos combate o no; aunque también los monstruos pueden tomar la iniciativa e ir a por nosotros.
Es en ese punto cuando nos tendremos que ir acostumbrando al sistema de combate por turnos, que es bastante simple: damos órdenes a los personajes de nuestro equipo y, según la agilidad que tengan, atacarán siguiendo un determinado orden. Dependiendo de los monstruos que encaremos, nos interesará ir primero a por un enemigo determinado ─el más fuerte─ y después a por los más débiles. Y siempre con precaución, ya que no vamos a poder guardar la partida en cualquier momento del juego; solo se puede hacer en las iglesias de las ciudades, por lo que se nos obliga a entrenar más y, sobre todo, a racionar nuestros recursos. Nada de malgastar magia en combates normales, eso hay que reservarlo contra los jefes.
La mecánica para avanzar en la trama de Dragon Quest VII es bastante sencilla. Primero, tendremos que encontrar una serie de tablillas que, montadas en cierto lugar, nos da acceso a una nueva isla en el pasado que tiene un problema particular. Cuando hayamos solventado dicho problema (que generalmente vendrá acompañado de un monstruoso jefazo, como no puede ser de otra forma) se desbloqueará esa misma isla para poder explorarla en el presente. Esa exploración, tanto en el pasado como en el presente, nos dará acceso a más tablillas, y por lo tanto a nuevas islas con nuevas aventuras. De nosotros dependerá el orden en el cuál queramos usar esas tablillas. Por lo tanto, Dragon Quest VII no es lineal, sino que ofrece bastante libertad a la hora de encarar la trama del juego.
En una de estas islas que desbloqueamos nos vamos a encontrar con una sidequest muy interesante: encontrar humanos que antes fueron monstruos, para llevarlos a dicha isla y que funden su propio asentamiento. Hecho esto, nos darán una tablilla especial que podemos usar para entrar en una mazmorra habitada solo por monstruos de ese tipo. Por ejemplo, la primera mazmorra solo hay limos azules, y donde al final nos espera una versión grande del mismo monstruo que actúa como jefe y es bastante más poderoso y peligroso. Lo bueno es que este proceso lo podemos repetir las veces que queramos, y teniendo en cuenta que en esas mazmorras se regeneran los cofres, es una buena manera de farmear. Aparte, llegados a cierto nivel en el juego, dejaremos de aprender nuevas habilidades; esto es porque, en un punto específico de la aventura, encontraremos un lugar que nos permitirá cambiar de vocación/job a nuestros personajes y que de esta manera cambien sus atributos y aprendan distintas habilidades. Un personaje puede pasar a ser un luchador, otro un mago, clérigo, etc. Dominando estas clases, podemos acceder a niveles superiores con mejores habilidades. Estas clases no mejoran mediante la experiencia, sino según el número de batallas que vayamos teniendo. Este sistema ya lo vimos en Dragon Quest VI y en Dragon Quest IX, pero en esta ocasión ha sido retocado con respecto al original para hacerlo más estratégico y complejo.
Gráficamente, Fragmentos de un Mundo Olvidado es sensacional, y sin duda el diseño 3D de los personajes (que cambian de aspecto al cambiar de vocación/job), ciudades, mapamundi, monstruos y demás consiguen mejorar totalmente a la versión original de PsOne. Y al haber tanto terreno explorable y variado, nos vamos a encontrar con todo tipo de escenarios preciosos. Como ya pasaba en anteriores remakes, podemos usar los botones L/R para rotar la cámara y cambiar el ángulo de la pantalla, útil para explorar cada rincón y que no se nos escape nada, algo muy necesario a la hora de descubrir tesoros ocultos y las preciadas tablillas.
Lo mismo se puede decir de la música, obra de Koichi Sugiyama. Todos los temas son de una hermosura patente, suenan muy bien y están fantásticamente arreglados para el hardware de Nintendo 3DS. Tenemos desde las composiciones relajantes de los pueblos y ciudades, los temas misteriosos de las mazmorras, las canciones de batalla… Y por supuestos, todos los temas clásicos de la saga, como el de la intro. El juego obviamente no tiene voces, pero en ese sentido hay que destacar el trabajo de traducción al español que, como ya hicieron en su momento con los remakes de los Dragon Quest IV, V, VI y IX, consiguieron imprimir a cada ciudad un dialecto muy específico, algo ciertamente gracioso y le da mucha personalidad a cada localización.
Dragon Quest VII es un RPG muy largo, extensísimo, con un buen puñado de cosas para hacer y mucho por explorar. Quiero que quede esto bien claro: si nos los tomamos con calma, explorando cada rincón, farmeando, etc, fácilmente podemos llegar a acumular siete horas con tan solo habiéndonos enfrentado al segundo jefe importante del juego. Ya ni cuento cuando simplemente queramos dominar al cien por cien todas las vocaciones con cada personaje, o encontrar todas las tablillas y todas las islas, amén de explorar estas islas en el pasado y en el presente. Fácilmente se puede disparar el número de horas que le podemos dedicar, y esto, como opinión personal, es simplemente sensacional tratándose de un juego de portátil.
Dragon Quest VII ya era un juegazo en su época, pero es que simple y llanamente, su remake en 3DS lo mejora absolutamente en todos los aspectos. Es una cita obligatoria para todos los amantes de la saga que en su momento no pudieron disfrutar de este juego, es también una cita ineludible para todos los fans de los RPG de la vieja escuela, y es uno de los mejores lanzamientos que se pueden encontrar actualmente en el catálogo de la consola de Nintendo. ¿Y el próximo capítulo de la saga Dragon Quest en 3DS? Pues Dragon Quest VIII, que se supone será lanzado a principios de 2017… Esperemos que no surja ningún problema, porque es otro gran juego… ¡pero también otra gran historia para otro artículo!