Pocas veces en la vida del aficionado a este mundillo se puede tener la suerte de vivir un lanzamiento de Super Mario. Es cierto que el regordete narigón ha aparecido históricamente en más de 200 títulos, pero pocos son los que se crean de su saga principal. Siempre causan una enorme expectación, ya que la gran mayoría de estos juegos han supuesto hitos en la historia. Para mí. la llegada de este nuevo Super Mario Odyssey era uno de los momentos más esperados del año. ¡Hemos tenido un Zelda y un Mario en 3D en los primeros meses de vida de una nueva consola de Nintendo!
Siendo el “mariólogo” oficial de Metodologic, me he visto con la enorme responsabilidad de analizar el título y compartir mis impresiones, intentando no dejarme llevar por el fanatismo para ser lo más justo posible. Para explicar bien las sensaciones que me transmite, considero necesario volver un poco la vista hacia el pasado, porque Mario Odyssey bebe mucho de los títulos anteriores, sobre todo de Super Mario 64 y Sunshine. Al igual en estos dos, en esta nueva aventura nos dedicaremos bastante a la exploración de escenarios, pero curiosamente, tal y como explicaré más adelante, ahora esta exploración predomina incluso por encima de las plataformas. Es quizás lo que más me ha llamado la atención y por eso comienzo mi reseña con esta observación: en Mario Odissey no vamos a encontrar precisos circuitos de plataformas como en Galaxy o 3D World. Lo que sí tendremos serán enormes mundos en los que poder utilizar nuestros saltos y habilidades para desentrañar todos sus secretos.
Es cierto que dentro de estos mundos también aparecen pequeños niveles más contenidos, como ya se incluyeron en Sunshine. Recordad que entonces estaban basados en el plataformeo más exigente y sin duda eran lo mejor del juego. En Odyssey, estas «minifases» están más orientadas a utilizar alguna habilidad en concreto o superar algún tipo de puzzle, relegando las plataformas a un segundo plano. Donde sí tendremos que tener más habilidad con los saltos será en pequeñas e imaginativas secuencias en 2D emulando la primera gran aventura de Mario en 8 bits). Esta ausencia de plataformeo 3D en un juego de Mario me ha parecido un cambio bastante drástico, quizás en parte similar al vivido a principios de año con Breath of the Wild, un título de Zelda que eliminaba los templos ─marca de la casa─ para sustituirlos por un enorme mundo que explorar.
La gran novedad, en este caso, es que para ayudarnos en este trabajo de exploradores contamos con la capacidad de capturar a los enemigos (como si fuésemos un Kirby cualquiera) para utilizar sus habilidades a la hora de resolver puzzles. En un principio pensé que este añadido podría arruinar el juego, pero el diseño de esta mecánica está realizado con mucho cuidado y esmero, de forma que nunca abusan de incluir una gran variedad de enemigos en cada escenario, y cada uno que capturas tiene una función muy limitada, siendo muy poco útil una vez que la has realizado. De esta forma, en ningún momento deja de ser divertido controlar a Mario, sin más.
Hablando del control de Mario, he de afirmar con rotundidad que jamás se ha manejado mejor que ahora. Es ágil, preciso y fiable. Además de los movimientos clásicos como el triple salto, han añadido algunos (como lanzarse en plancha o hacerse una pelota giratoria) que parecen pensados para el jugador más profesional. Al ser movimientos más difíciles de realizar y enlazar con maestría, no suele ser necesario utilizarlos en el juego, pero son increíblemente ventajosos para los speedrunners. Ya se pueden ver en internet vídeos en los que aprovechan estos movimientos, mezclándolos con los clásicos, para poder alcanzar de forma extremadamente habilidosa alturas increíbles o llegar a lugares que parecían inaccesibles.
Como mencionaba antes, donde realmente sobresale este título es en la exploración. Mario viajará a través de todo un planeta, con bastantes reinos que irá visitando para intentar evitar la boda de Bowser y Peach. La gran mayoría de estos escenarios son enormes, estando cargados de actividades, secretos y recovecos que encontrar. El juego premia la exploración ofreciendo “lunas”, el objetivo primordial que tenemos que recolectar para poder avanzar en la historia. Conseguir cada una de estas lunas ofrece siempre un poco de gratificación instantánea, ya que son recompensas por haber cumplido algún objetivo importante, o simplemente por haber llegado a algún lugar difícil o haber descubierto algún secreto. ¡Y hay muchísimas, cientos de ellas! De esta forma, mientras exploras no dejas de recibir feedbacks positivos por cada acción que realizas, creando una sensación de gratificación constante que hace que sea muy difícil soltar el mando. Después de explorar todos los reinos, la gratificación sigue apareciendo cuando encuentras esas lunas difíciles que habías dejado atrás porque requieren de más habilidad, o cuando por fin superas al 100% un nivel.
Personalmente, la sensación que me transmite el juego, en todo momento, es la de tranquilidad. Es como pasar unas vacaciones con Mario, visitando estos entornos con él. Puedes abrir el folleto informativo de cada reino ─que incluye un mapa y pistas para conseguir los objetivos que aún te faltan─ y dedicarte a pasear, de forma relajada, explorando a tu ritmo. La escasa dificultad de los bosses, que se pueden superar sin problema a la primera, y de la mayor parte de los escenarios (en parte, como digo, por la ausencia de secuencias de plataformeo exigentes) ayudan a transmitir esta sensación de sosiego. Tampoco existe penalización por morir, que solo te hace perder diez monedas. Aquí hubiera sido mucho más interesante implementar un sistema similar al usado en Shovel Knight, en el que perdías gran cantidad de tu botín pero podías volver al lugar donde habías fallado para poder intentar recuperarlo.
Por todo esto, los más expertos echarán de menos un poco más de desafío, que insisto, existe, pero se encuentra en mayor medida en el post-game y en resolver los diferentes puzzles de exploración que ofrece cada mundo. Personalmente también he echado de menos más momentos “épicos”, como los vividos en las batallas estelares de Galaxy o en la parte final de 3D World, que aquí solo aparecen en opciones muy puntuales y en el tramo final.
Aunque estas observaciones parezcan negativas, son solo fruto de la sorpresa de haber encontrado un juego bastante diferente a lo que estamos acostumbrados. No debe quedar duda de la calidad del título, cuya exquisita jugabilidad nos envuelve y embelesa, haciéndonos viajar en esta odisea cargada de sorpresas, visitando lugares que jamás hubiéramos pensado que recorreríamos a golpes de saltos de Mario. En las promociones del juego vimos cómo el protagonista recorría una ciudad inspirada en Nueva York, pero no es el único lugar que llamará nuestra atención, ya que siempre intentan tener un as bajo la manga para que nunca dejemos de sorprendernos hasta llegar a la impresionante secuencia final. Por cierto, recomendación personal: no os detengáis demasiado en cada reino. Ya tendréis tiempo para explorarlos cuando acabéis con la historia principal. Después, como suele ser habitual, hay mucho más.
Está claro que se han roto las convenciones clásicas de Mario en 3D, creando un título en el que predomina la exploración sobre la habilidad, incluyendo una gran cantidad de retos, coleccionables y secretos, además de buenas referencias para aludir a la nostalgia de los más veteranos. El resultado es más que sobresaliente y claramente enamorará a todo el que lo pruebe, aunque no llegue a los niveles de epicidad y desafío que en su día nos brindó Super Mario Galaxy.
Nota: ¡el juego incluye un modo completísimo fotográfico que se puede utilizar para capturar imágenes y compartirlas en redes sociales! Algunas de las imágenes que acompañan al texto las he ido capturando yo mismo, como recuerdo de mis viajes…