Si bien la londinense Palace Software era una desarrolladora poco prolífica en cuanto a cantidad de juegos lanzados, tenía la particular peculiaridad de que cada uno de sus programas solía levantar una llamativa polvareda de la que era muy difícil permanecer indiferente. Nombres como Cauldron, La Armadura Sagrada de Antiriad o Stifflip & Co no pasaban desapercibidos para nadie, gracias a una calidad sin parangón de la que, por supuesto, también hacía gala el título que hoy nos ocupa: Barbarian, The Ultimate Warrior.
Programado originalmente en 1987 para Commodore 64, ponía en pantalla un esquema de juego tan básico como infalible aún a día de hoy: dos guerreros espada en mano, un cara a cara en el que sólo la muerte de uno de los contendientes delimitará el final del combate. A la usanza de los más clásicos juegos de lucha one vs one, Barbarian planteaba una pelea fluida y con la premisa de ser verosímil en su proceso, con multitud de letales movimientos (al igual que ciertas maniobras de defensa y esquiva) capaces de otorgar a la refriega de una intensidad directamente proporcional a la diversión que ofrecía. Y es que, por encima de todo, este Barbarian podía presumir de un exquisito diseño en lo que a jugabilidad se refiere.
El punto álgido de cada combate venía del afán por cortarle la cabeza al rival. Palace había posibilitado el poder decapitar al enemigo gracias a un devastador movimiento que acababa con nuestro filo sobre cuello ajeno, llevando a nuestras pantallas una escena que por entonces se mostraba a todas luces turbadora. La cabeza caía al suelo, mientras el cuerpo del enemigo se precipitaba de forma definitiva, momento en el que un infame goblin hacía acto de aparición para arrastrar los restos, pateando la cabeza en pos de llevársela fuera de la pantalla. Todo un acontecimiento que se nos antojaba mil veces más espectacular que acabar con el maloso de turno a base de irle mermando sus puntos de vida. Y, definitivamente, uno de los “momentazos” que pasaron por méritos propios a la historia del mundo del videojuego.
El morbo seguía acompañando al juego en la forma de su llamativa carátula, bien promocionada por la época para beneficio de miles de virginales ojos masculinos. Lejos de recurrir a la ilustración de turno, Palace Software fotografió al musculoso actor William Van Wijk (famoso por su actuación en el programa “Gladiators” de la televisión británica) ejerciendo de bárbaro; acompañado por la no menos espectacular modelo Maria Whittaker. Sus escasos atuendos aceleraron las pulsaciones de propios y extraños, convirtiéndose fulminantemente en una de esas imágenes capaces de vender un producto por sí mismas. Decir que pudimos volver a ver a tan tremendo dúo en la carátula de Barbarian II, y, ya Whittaker en solitario ─con menos ropa aún─, en el notable Cover Girl Strip Poker de Emotional Pictures.
Con todo, lo genial de Barbarian era que teníamos mucho ruido y muchísimas nueces, puesto que el juego en sí era rotundamente genial. Las breves pero geniales melodías del añorado Richard Joseph o sus magníficos gráficos refrendados por unas excelentes animaciones marca de la casa (¿recordáis también las de Antiriad?) solo eran un detalle más de la magnificencia del programa. La varita mágica tras todo esto la tenía Steve Brown, que anteriormente había desarrollado los dos juegos de Cauldron. Basándose en las ilustraciones de Frank Frazetta y en el universo del barbarísimo Conan, Brown y su equipo (con Stanley Schembri al código y Gary Carr a cargo de los píxeles) “capturó” de forma artesanal decenas de movimientos de espada, muchos de ellos sacados de la película «Conan el Destructor». Implementándolo todo con un arte inusual, Barbarian resultó ser una maravilla absolutamente adelantada a su tiempo, no tardando en ser trasladado al resto de ordenadores de la época (con la dolorosa excepción del sistema MSX) en lo que fueron unas conversiones de muy alto nivel.
Muy ciega tenía que estar la prensa de la época para no alabar las interminables virtudes de este juegazo. No le faltaban premios ni buenas palabras al buen hacer de Palace; pero tampoco le faltó su indispensable dosis de polémica. En nada se queda la publicación del juego en Estados Unidos (vía Epyx, cambiándole el nombre a Death Sword) al lado de las pudorosas cartas de ciertos lectores del magazine Electrón User, acusando a la publicidad de Barbarian de “fea pornografía” y criticando el mensaje machista de la famosa imagen de marras. La Bundesprüfstelle für jugendgefährdende Medien alemana consiguió que Palace no lo pudiera vender en Alemania por sus violentas escenas. Y se dieron más situaciones del estilo, las cuales, y como no podría ser de otra manera, terminaron afectando a las ventas en el sentido más positivo, arrasando allá donde fuera publicado. Al fin y al cabo, la polémica terminó haciendo el trabajo sucio en lo que a publicidad se refiere.
Barbarian, The Ultimate Warrior (coletilla añadida para no confrontar el nombre con el ya por entonces registrado “Barbarian” de Psygnosis) sigue siendo un lujo jugable a día de hoy. Además de entretener lo suyo enfrentándonos ante los ocho bárbaros al servicio del diabólico mago Drax, el juego de Palace continúa encandilando cuando nos vemos las caras con un amigo, pudiendo llegar a ser tan sorprendentemente fresco y divertido como cualquier Street Fighter actual… ¡Y es que Ryu y compañía no pueden cortarle la cabeza a Bison!