Y Londres se estremeció con la música de videojuegos
Cuesta concebir que una ciudad como Londres, con no pocas conexiones con el cine, la televisión y los videojuegos, y por supuesto con su música, no tuviera hasta ahora un evento como el que vivimos recientemente. El maratoniano programa del primer London Soundtrack Festival ha servido para saldar esa deuda y abre la puerta a nuevas ediciones, dado el éxito de sus actividades. Por ejemplo, el State Of The Art: Games Music Day, cuyo remate fue un espléndido concierto que contamos a continuación.

La hora de la música
“A huge force in music”, así definió la música de videojuegos el director artístico del LSF, Tommy Pearson. Este ejerció de maestro de ceremonias en el concierto donde repasó algunas obras de los artistas que pasaron previamente por las masterclasses, el panel y la bulliciosa sesión de firmas. El escenario fue, lógicamente, el mítico Roundhouse, con la grada superior de asientos abarrotada y la pista muy poblada de público de pie, como si de un concierto de rock se tratase. La Royal Philarmonic Concert Orchestra, dirigida por Pete Harrison, fue la encargada de interpretar la música, en esta ocasión sin coro si bien se usaron algunas voces y otros sonidos pregrabados.

Acostumbrados como estamos a asistir a conciertos como este con un componente visual acompañando la música, resultó llamativa la ausencia del mismo en esta ocasión. Esta vez la música fue la única protagonista, aunque quizá al menos una imagen con el nombre del videojuego, el tema a interpretar y la persona que compuso la banda sonora tampoco hubiera estado de más. En cualquier caso, queda para otro momento la conversación sobre si es siempre conveniente tener un apoyo visual en estos recitales, o si puede llegar a convertirse en una distracción para la audiencia.

El concierto se inició con el Main Theme de Apex Legends, de Stephen Barton, toda una llamada a la aventura. Le siguió la extensa suite de Assassin’s Creed Valhalla: Dawn of Ragnarök, de Stephanie Economou, cuya ausencia por el entuerto de Heathrow disculpó el supervisor musical de Ubisoft en el escenario. Y es que a partir de esta segunda pieza cada sección era introducida por sus respectivos autores y autoras, tras ser llamados a escena por Tommy Pearson. Desde nuestra ubicación podíamos ver a los autores invitados en una zona habilitada en la grada a modo de backstage, pero a la misma altura que el resto del público. Se podía comprobar cómo admiraban la música de sus compañeros en un ambiente muy distendido y cómo disfrutaban viendo la reacción del público.
El momento fan
Y llegó el momento más esperado para muchos asistentes, el segmento dedicado a Baldur’s Gate 3. Borislav Slavov, con la mano en el corazón, decía que si ellos estaban allí esa noche era por los fans. El público entregado soltó un colectivo “¡Oooh!”, al escuchar a Boris confesar que sus manos y su voz estaban temblando, y que su objetivo con la música de BG3 era hacer vivir intensamente la cantidad de momentos que el juego tenía reservados para el jugador.

Escuchamos nada menos que 5 temas de la premiada banda sonora: Main Theme, I Want To Live, The Mind Flayer Theme, Bard Dance y Raphael’s Final Act. Con las primeras notas del tema principal del juego se sucedían las miradas, los codazos, los guiños y sí, las lágrimas entre el público. Pura emoción desatada, y no llevábamos ni quince minutos de concierto. Tras la intervención en solitario de Mariya Anastasova llegamos a la apoteosis del dúo con Andrew Wincott, recibidos ambos intérpretes por el público como verdaderas estrellas del rock. Un pícaro Wincott, ya metido en el personaje saludó con un “Vaya, vaya, ¿qué clase de casa circular es esta?”. A partir de ahí, puro éxtasis.
Pero quedaba mucho más por delante. Después de haber vivido una pléyade de emociones entre el lirismo y la epopeya, subió al escenario Stephen Barton, responsable de la velada como el mismo Tommy Pearson denominaba. En solo unos segundos Barton dejó un montón de frases. Para empezar recordó su relación con el director de orquesta Pete Harrison, que fue su profesor. Barton contó que hay tanto ahí fuera en materia de juegos, no importa si son grandes o pequeños, y tanta música que merece la pena. Además cumplió la promesa que le hizo antes a su hija de citar en público Untitled Goose Game, uno de sus favoritos.
Para presentar la pieza elegida, contó la historia de que hace unos 10 o 12 años acudió a una cita en un edificio sin nombre en Van Nuys, California, para verse con un desarrollador con el que había trabajado pero que no podía decirle nada de un nuevo proyecto. Se trataba de Vince Zampella y eran los días de la separación de Infinity Ward de la que surgió Respawn Entertainment. Unos días complicados, recuerda. Tras firmar muchísimos acuerdos de confidencialidad Zampella le enseñó el germen de Titanfall, uno de los proyectos de los que se siente más orgulloso. Antes de dar el testigo a la orquesta mencionó las últimas palabras de BT-7274 antes de sacrificarse en Titanfall 2: “confía en mí”, y que son además el título de dicha pieza. El resultado fue sencillamente fabuloso.
A continuación Pearson presentó “a uno de los compositores más ocupados del sector, y que además ha escrito una de las piezas más significativas de la música de videojuegos”. Con una humildad apabullante, Harry Gregson-Williams agradecía al público y los organizadores su acogida y dio paso al tema principal de Metal Gear Solid 3. Los violines le dieron un toque melódico y melancólico a la electrónica pregrabada de fondo, para luego contribuir con los metales y la percusión a una contundencia mayor de lo que suena en el propio juego. Así llegamos al descanso.
Maestros que inspiran a otros maestros
Tras la pausa, la segunda parte del concierto iba a estar impregnada del legado de John Williams, primero por Star Wars y luego por Indiana Jones. La música de videojuegos le debe bastante a su homónima de cine, del mismo modo que el videojuego ha crecido mirando a la gran pantalla. Es cierto que con el tiempo el “nuevo” medio ha ido encontrando su propio lenguaje (o lenguajes) más allá de emular lo fílmico, pero la inspiración que suponen obras magnas del espectáculo cinematográfico y de sus bandas sonoras es innegable también hoy en día. Arrancamos con Star Wars Jedi: Survivor, de Stephen Barton y Gordy Haab, un tema con tintes más trágicos que épicos y con algunas notas de la Marcha Imperial de fondo.

“Tenemos una ganadora del Óscar y su co-compositor”, advirtió Tommy Pearson al presentar a Hildur Guðnadóttir y Sam Slater. Hildur declaró que era una noche gloriosa, y que se estaba pasando todo el tiempo viendo las caras de felicidad del público, algo que agradecía y que le resultaba muy especial. Reconoció lo diferente de su pieza musical (Battlefield 2042), dado que su objetivo era poner banda sonora al fin del mundo. A la hora de crearla (ella y Sam Slater) estaban confinados por la pandemia del COVID-19, mirando a su alrededor qué podían usar para componer, y pensaron en esas pequeñas fracturas que, unidas, podían crear un evento de proporciones catastróficas. Así, comentó el uso de pequeños guijarros sampleados que, al estallar, podían formar avalanchas, avalanchas que a su vez podían explotar en algo mayor gracias a la orquesta. El símil que empleó fue el de poner una lupa sobre otra lupa y sobre otra lupa. Sam añadió que el fin del mundo no es algo organizado, es caos desatado en una gran ola de energía. Tras confesar Sam que iba a refugiarse detrás de la mesa de mezclas para protegerse de lo que estaba por venir, Hildur se despidió con la gran dulzura de su discurso. Dio paso a una música bella en su distorsión y sus disonancias, muestra de lo que ha evolucionado y lo que todavía cabe en los videojuegos. Una maravillosa mezcla de lo sinfónico y lo electrónico.
Ludvig Forsell subió acto seguido para presentar su música. Para empezar, dijo que se mostró sorprendido cuando recibió tiempo atrás la llamada de Stephen, porque considera que la banda sonora de Death Stranding no es para nada orquestal. O eso parecía, porque en noviembre empieza la gira mundial. Forsell recordó que Death Stranding va sobre la conexión entre las personas; salió en un momento en que hacía falta, puede que Hideo Kojima viera que algo así iba a pasar (evidentemente Forsell se refería al COVID-19). Una de las consecuencias negativas de la pandemia fue que no se pudo hacer nada con la música en su momento, pero por fin podríamos resarcirnos. La cantante Jenny Plant se encargó del estreno en directo del BB’s Theme antes de la gira mundial de Death Stranding. Lo que escuchamos fue una versión verdaderamente orquestal y más emotiva incluso. Pero además tuvimos un regalo inesperado. Ludvig Forsell subió al escenario con una guitarra eléctrica para estrenar, como él mismo definía “un tema de boss fight de toda la vida”, de Death Stranding 2, imaginamos que para el personaje de Higgs. El tímido Forsell que habíamos conocido durante la tarde se transformó en el escenario y se dejó llevar por la energía del tema que nos trajo. Poco importó el secretismo del nuevo proyecto de Hideo Kojima. La música debe abrirse camino de alguna forma.

El final del concierto reservaba otro estreno, la multipremiada música de Indiana Jones And The Great Circle, de Gordy Haab. El compositor, al que entrevistamos días antes del festival, recordó junto a la orquesta sus inicios en la música de videojuegos hace 15 años precisamente con el mismo personaje, Indiana Jones And The Staff of Kings. Según él, fue algo que le abrió muchas puertas y que cambiaría su vida para siempre. La suite elegida terminó con el tema principal de Indiana Jones, a modo de cierre. La alegría de la marcha de John Williams conectó con lo que han heredado los videojuegos del cine y han llevado a otro nivel, sin olvidar sus orígenes. El viaje del héroe se daba por culminado.

Al igual que en el concierto del Royal Festival Hall, nos quedamos sin bis. Pero habíamos disfrutado de una noche de música inigualable. Sin pantallas de vídeo, toda nuestra atención y nuestras emociones quedaron entregadas al espectacular sonido del Roundhouse. La primera edición de este Games Music Day ha dejado el listón pero muy alto. Hay otros muchos compositores y compositoras de gran nivel, desde luego, pero el elenco reunido en este London Soundtrack Festival inicial queda para el recuerdo.
De vuelta al hotel, una vez más, nos vimos repasando las notas y tratando de encontrar las palabras para las emociones atesoradas en una jornada de esas que nunca se quiere ver el final. Eso sí, todavía nos quedaba una última cita, nada menos que con Stephen Barton, en un enclave aún más legendario y significativo para los melómanos: Abbey Road Studios. Una cita que bien merece un artículo.