Dragon Quest es otra de esas grandes franquicias de los videojuegos que descubrí en entregas avanzadas, concretamente la octava entrega en PlayStation 2. En aquella época ya estaba un poco al tanto de la saga, sobre todo porque el encargado del diseño gráfico es el mítico Akira Toriyama, el más que famosísimo autor de «Dragon Ball» y responsable de todo lo relativo al arte del gran Chrono Trigger. También conocía la serie «Las Aventuras de Fly» («Dragon Quest: Dai no Daiboken»), que en su momento desconocía que era la adaptación al anime del Dragon Quest videojueguil. En definitiva y yendo al grano, en lo que se refiere a los juegos solo conocía por encima aquel Dragon Quest V que apareciera en 1992 para Super Famicom.
En cualquier caso, en el año 2004 salió en PlayStation 2 Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito, una obra que en su momento me impactó muchísimo, y no solo me hizo descubrir del todo lo que era capaz de ofrecerme esta saga, sino que me convirtió en un seguidor incondicional. A partir de este título, buceé en el pasado para conocer a fondo el resto de entregas, abriéndoseme las puertas de lo que es una de las grandes sagas de rol del mundo del ocio electrónico. Básicamente se podrían definir los Dragon Quest como RPGs de la vieja escuela: combates por turnos, una alta dificultad con respecto a la media, argumentos muy clásicos, etc. Pero detrás de todas estas clásicas premisas, Dragon Quest posee un factor de gran importancia: y es que tiene una gran personalidad propia y única.
A partir de la salida de la octava entrega, en los años posteriores comenzaron a salir remakes de los anteriores juegos. Se publicó la trilogía de Zenithia en Nintendo DS (formado por Dragon Quest IV, V y VI), después salió el gran Dragon Quest IX también para DS, y ya en los últimos tiempos hemos podido disfrutar del remake de Dragon Quest VII en 3DS y, por supuesto, del juegazo que ahora mismo nos ocupa: Dragon Quest VIII. Un juego que ya de por sí en su versión PS2 aportaba muchas novedades en la saga y que, por supuesto, ha sido trasladado a la portátil de Nintendo sumado con numerosos extras. El argumento empieza con nuestro típico protagonista silencioso acompañado de Yangus (un bandido bonachón), con la labor importante de acompañar y proteger a su rey, que ha sido hechizado por culpa de Dhoulmagus, un bufón hechicero armado con un bastón muy poderoso y peligroso. A lo largo de esta persecución, viajaremos por todo el mundo y nos encontraremos aliados como Jessica la hechicera, Angelo el templario… y muchos más. Como buen Dragon Quest, la trama se va complicando y nada es lo que parece al principio.
Como comentaba antes, Dragon Quest VIII ya en la época de PS2 aportó muchas novedades a la saga. Por ejemplo, fue el primer Dragon Quest con voces en los diálogos, lo cual permitió una mayor implicación en el argumento y para con los personajes. También fue el primero en mostrar un mapamundi a escala casi real y en perfecto 3D. Era simplemente maravilloso salir de una ciudad y poder apreciar toda la extensión del mundo, siendo en mi opinión uno de los mejores RPGs de la época a la hora de recrear esa sensación. Además, en ausencia de las vocaciones tenemos las destrezas, que nos permiten especializar a nuestros personajes. Todo esto se mantiene en la versión de 3DS añadiendo una interesante serie de extras que pulen y mejoran todavía más la experiencia.
Para empezar, y siguiendo el esquema iniciado en Dragon Quest IX, ya no hay encuentros aleatorios, sino, como ya pasaba también en el remake de Dragon Quest VII, los monstruos pasean por el mapamundi y las mazmorras, de forma que podemos controlar hasta cierto punto si queremos o no entablar un combate. Puede parecer que no, pero este factor cambia completamente esta iteración de Dragon Quest VIII, porque muchas veces resultaba de lo más pesado el estar explorando una mazmorra y que salgan a nuestro encuentro enemigos cada dos pasos. Con esto se gana en eficacia, y en mi opinión es más realista poder ver a los monstruos. En segundo lugar tenemos la incorporación de dos nuevos personajes en nuestro equipo. No daré nombres para no estropear la sorpresa, pero son dos personajes ya conocidos de la versión original de PS2 que pasan de secundarios a miembros del elenco principal del equipo. Obviamente este añadido ofrece nuevas posibilidades y estrategias en el combate del juego. También hay nuevos trajes, nuevos monstruos, nuevas recetas, dos mazmorras extra, más finales, etc. Desde luego que han cargado de novedades a esta revisión de Dragon Quest VIII, y eso es una gran noticia para los fans.
En tercer lugar, se han añadido algunas funcionalidades que nos facilitan la vida, como la posibilidad de acelerar los combates (muy útil a la hora de farmear), accesos directos a opciones como el teleregreso, hablar con nuestros compañeros… También disponemos de la opción de poder hacer capturas de pantalla, que de hecho son esenciales para poder cumplir con una serie de sidequests (que no estaban en la versión PS2). Y casi lo más importante: por fin el pote de la alquimia nos permite alquimizar objetos de forma inmediata, como ocurría en Dragon Quest IX. El resto de la experiencia es exactamente similar a la versión original, y por descontado contamos con todos los toques característicos de la franquicia. Para avanzar en el argumento tendremos que explorar el mundo, superar una serie de mazmorras repletas de enemigos y, por supuesto, derrotar una larga lista de jefes finales muy peligrosos. Todo ello, como no podría ser de otra manera, pudiendo únicamente guardar en las iglesias, provocando que gestionar los puntos de salud y magia con sabiduría sea indispensable a la hora de sobrevivir en las mazmorras.
Como dije antes, Dragon Quest VIII no tiene vocaciones, pero incorpora el sistema de destrezas. Cada personaje tiene una serie de destrezas que podemos mejorar aplicando una serie de puntos que obtenemos al subir de nivel. Gracias a este sistema tendremos la posibilidad de acceder a diferentes mejoras, habilidades y hechizos que varían según el personaje que se trate. Por ejemplo, podemos especializar al héroe en espadas, boomerangs, lanzas, sin armas, etc. Conseguir el cien por cien de todas las destrezas es una tarea que nos llevará tiempo, aunque afortunadamente no es estrictamente necesario. Por otro lado, esparcidos por el mapamundi se encuentran una serie de monstruos especiales que suelen ser más poderosos que la media. Dichos enemigos sueltan botines importantes, pero su papel relevante está relacionado con la Arena de los monstruos de Morrie. También en el mapamundi y en las diferentes localizaciones podemos encontrar las preciadas minimedallas, que podemos canjear por suculentos premios. El equipamiento y armamento del juego es numeroso, y muchas armas legendarias solo las vamos a poder obtener usando el pote de la alquimia.
Gráficamente es una maravilla. Ya lo era en PlayStation 2, y lo sigue siendo en Nintendo 3DS, sobre todo por el excelente mapamundi, uno de los mapas más grandes y “realistas” que he visto en un JGRP (con muchos biomas diferentes). En este juego no hay rutas pasilleras o un mapa que nos muestra un protagonista muy pequeño mientras viaja del destino A al B. Por lo demás, el diseño de los personajes y monstruos es totalmente la estética de Toriyama, con muchos bichos compartiendo diseño de anteriores Dragon Quest. La música, obra de Koichi Sugiyama, mantiene todos los temas de la versión PS2 con una calidad sensiblemente inferior, aunque siguen sonando de forma maravillosa, por lo que no resulta un problema. Dragon Quest VIII en su momento también tenía voces como novedad, y la versión 3DS no es una excepción. Todos los diálogos de los personajes se mantienen, aunque a causa de las novedades incluidas se han cambiado algunos actores de doblaje y se han añadido nuevas líneas de diálogo. Las voces están en inglés, con un tono bastante británico que le da un toque muy especial a la aventura.
En conclusión, Dragon Quest VIII ya de por sí era uno de los grandes títulos del catálogo de PlayStation 2, un gran juego de rol y uno de los mejores ejemplares de la saga. Esta versión 3DS mantiene toda la esencia del original, pero cargado con muchas novedades que le dan empaque a la experiencia. La octava entrega de la saga Dragon Quest en la portátil de Nintendo es una compra obligada para todo usuario, especialmente para los fans de la serie y de todo lo que huela a RPG por turnos de corte clásico.