Para el que esto suscribe, Final Fantasy VI recababa en su ser toda la esencia de lo que hasta el momento consideraba como el ideal en lo que RPG japonés se refiere. En un sistema donde Zelda: A Link to the Past o Secret of Mana eran para el público occidental los máximos referentes del género ─sin considerar la obvia distinción de un juego de rol convencional y el factor action-rpg de estos dos clásicos─, la obra cumbre de Sakaguchi en Super Nintendo supo cautivar a todo aquel que decidiera apostar por esta joya que, por desgracia, nos perdimos en nuestro país. Ante tal despropósito, suficiente consuelo era el que Sony apoyara en pleno 1996 la distribución de esa peripecia tecno-lúdica que era Final Fantasy VII en lo que sin duda se convirtió en la más idónea de las ventanas de cara a que el gran público conociera por fin la más mítica de las sagas de rol nipón. Con permiso de Dragon Quest, por supuesto.
Gracias a Cloud, Sephiroth y compañía, disfrutar de un nuevo ejemplar de Final Fantasy se convirtió en una agradable costumbre, en una cita ineludible que congraciaba al usuario medio de la marca PlayStation con un género a veces tan esquivo como es el RPG. Casi una década después de la icónica séptima entrega, y ya con una docena y media de juegos a sus espaldas, la entrega original del lanzamiento que hoy nos ocupa se presentó en España estupendamente localizada y muy bien adaptada al sistema PAL, a la usanza de aquellos Dragon Quest VIII y Kingdom Hearts II con los que compartía época. Así, sus virtudes audiovisuales, que rayaron a gran altura dentro de lo que era el catálogo de PlayStation 2, no se vieron mermadas lo más mínimo… y no eran pocas, siendo un RPG capaz de sorprender a propios y extraños por sus asombrosas hazañas de cara a la pantalla, donde se rompió con holgura los límites ─marca de la casa─ de Square-Enix.
En lo que respecta al juego, las riendas de Yasumi Matsuno se dejaron notar con un universo tan serio como bien llevado, muy al estilo de lo vivido en el estupendo ─y no lo suficientemente reconocido─ Vagrant Story. El argumento, los personajes y todo el desarrollo se desmarcaba del viejo estilo Final Fantasy (novedosa fue la ausencia de los combates aleatorios), apropiándose del usuario con sus novedosas maneras, quizás del gusto de aquellos jugadores más exigentes que percibían el peligroso anquilosamiento de la serie. Desgraciadamente, el abandono del máximo responsable de la obra por problemas de salud se notaron sobremanera a partir de la mitad de la aventura, que decae en calidad y propicia una serie de momentos que se arremolinan de forma precipitada hacia el caos más patético, algo destacable en lo negativo cuando hablamos de un periplo que puede durar, como poco, unas sesenta horas. Un bajón digno de mención para un colofón final para una obra que parecía superar todo tipo de prejuicios.
La versión que nos llega ahora incorpora una serie de elementos que suavizan de manera somera la experiencia, con cambios en su mayoría heredados de la versión International Zodiac Job System que, como no podría ser de otra manera, solo vio la luz en Japón. Las otras novedades vienen dadas, claro está, en lo técnico. En Square-Enix han tenido en cuenta que estaban ante un juego pensado para PlayStation 2, por lo que no valdría el hacerle un simple lavado de cara con la alta definición. Han implementado nuevas texturas, un mejor trabajo en las sombras, y se han corregido detalles que ya en su momento eran discutibles a nivel de diseño. Se agradece también un tratamiento acorde a los tiempos con las técnicas anti-aliasing, ambient occlusion y bloom, confiriéndole un aspecto interesante. Por su parte, la banda sonora de ese genio llamado Hitoshi Sakimoto, ya magnífica en su día, ha sido regrabada con una instrumentación que la eleva a lo sublime.
A pesar de los pesares, la experiencia que supuso en su momento Final Fantasy XII sigue más que vigente hoy, y más aún si tenemos en cuenta el efecto sorpresa que supusieron las nuevas reglas jugables. Dista mucho de ser un juego de rol sobresaliente, sobre todo por los ya mentados problemas de desarrollo, pero tiene muchos puntos destacables que lo hacen de lo más recomendable a poco que seas aficionado al rol japonés. The Zodiac Age es idóneo para los que en su momento no cataron las esencias de esta entrega, más aún que para los que se entregaron apasionadamente al título original. Descubrirlo merece más la pena que rejugarlo, y esta remasterización para PlayStation 4 es una opción que no hace más que refutar un catálogo repleto de opciones de calidad.