Volando en F-14 del kárate al musical de Broadway
El festival de música MOSMA Málaga volvió en 2022 a traer lo mejor de las bandas sonoras. Esta vez, al sonido de películas y series se unió el género musical. Y aunque en esta edición la música de videojuegos ha quedado muy reducida, algo de la misma también se habló y escuchó en un programa que por fin ha rescatado los encuentros con los autores invitados.
En todo aquello relacionado con las manifestaciones artísticas y culturales, siempre hay alguien dispuesto a quitar importancia a alguna o algunas, con ceja levantada y gesto displicente, por no considerarlas dignas de tal o cual criterio artificioso. Es el caso por ejemplo de las bandas sonoras, que hasta hace poco seguía siendo considerado un género menor, un mero acompañamiento de un espectáculo de entretenimiento, quitándole sin razón un valor artístico indudable. Y también es el caso del pop, cuyo peso más allá de “música para las masas”, comparado casi con lo efímero y ligero de la comida rápida y acentuado por su connotación comercial le han arrebatado su verdadera resonancia en la cultura global. En este MOSMA hemos vivido y disfrutado varias formas en las que una manifestación ha contagiado a la otra, con más que afortunados resultados.
Por un lado hemos comprobado, si quedaba alguna duda, que las propias bandas sonoras pueden acabar siendo parte del acervo de la conocida como “música popular”, porque trascienden el metraje de las películas a las que ponen sonido y los estantes de los aficionados más duchos en ese género, para acabar en las radiofórmulas y en la memoria de mucha, mucha más gente de la que ese producto iba destinado en principio. Y, por otro lado, también hemos asistido a la confirmación del hecho contrario, de cómo la música pop, de la mano de los autores más talentosos, forma parte por derecho propio de las bandas sonoras más memorables y más apreciadas por propios y extraños del mundillo.
La forma de comprobarlo en este MOSMA ha sido la mejor posible, con obras como la serie Cobra Kai y Top Gun: Maverick, que se han ideado como algo más sustancioso que la nostalgia vacía y el revival simplón, porque en estos casos sí había nuevas historias que contar. Y la música que tienen esas nuevas historias, junto con otras que siguen siendo inolvidables, ha sonado con un poder enorme en este MOSMA. Repasamos a continuación lo que ha dado de sí la presencia de Zach Robinson y Leo Birenberg (compositores de la música de la citada Cobra Kai), Harold Faltermeyer (pionero de la música electrónica en el cine y precursor de la obra de autores como Hans Zimmer) y Marc Shaiman (prolífico autor de bandas sonoras como Misery, Algunos hombres buenos y El regreso de Mary Poppins y también de musicales como Hairspray y Charlie y la fábrica de chocolate).
Si hay que repetir, se repite pero a lo grande
No es la primera vez que la fenomenal música de la serie Cobra Kai suena en Málaga. Ya en la cuarta edición de MOSMA en 2019, Zach Robinson y Leo Birenberg trajeron sus primeras aportaciones a la continuación de la historia de Johnny Lawrence y Daniel LaRusso. En aquella ocasión el concierto se dio al aire libre, en el Auditorio Eduardo Ocón, ante un público formado por los que ya eran entusiastas fans de la serie (se acababa de estrenar la segunda temporada en Youtube y meses después se anunciaría su paso a Netflix) y también por oyentes que quedaron sorprendidos y apabullados por el despliegue sonoro de una producción que no conocían. Fue sin duda uno de los momentos más recordados de dicha edición. Y así y todo se ha logrado superar aquella experiencia.
Bajo el nombre “Cobra Kai Sinfónico”, este año hemos asistido a otro de los estrenos mundiales a los que este festival nos tiene acostumbrados. Por primera vez han sonado en directo con una orquesta sinfónica -dando aún más rotundidad y empaque a las guitarras y teclados- algunas de las más destacables piezas de la banda sonora de todas las temporadas de Cobra Kai, incluido un avance de la quinta temporada pendiente de estreno en septiembre. En concreto con la Orquesta Sinfónica de Málaga y el Coro de Cámara de Granada, bajo la batuta de Isabel Rubio, que ya en 2019 dirigió el concierto que repasaba parte de la obra de Yasunori Mitsuda (Chrono Cross, Xenogears). Y no exageramos al afirmar que ha sido uno de los mejores conciertos de la ya dilatada historia de MOSMA. Resultó imposible no emocionarse y no dejarse llevar desde la primera nota por una música que hizo temblar el suelo del Teatro Cervantes no pocas veces. Tanto fue así que desde el patio de butacas la orquesta y las guitarras tapaban a veces el sonido del coro invitado al concierto. De cualquier manera, todos los participantes nos brindaron un viaje inolvidable.
El concierto se inició con una sorpresa: un saludo en vídeo del mismísimo Bill Conti, compositor de las bandas sonoras de las películas de Karate Kid, que dio paso a una suite con los mejores momentos de la saga cinematográfica. A partir de ahí, Robinson y Birenberg tomaron el escenario con la música de Cobra Kai; esta vez además con la ventaja de contar con más temporadas en su haber, de manera que durante la noche fuimos pasando por los avatares de los distintos personajes de la serie (por ejemplo con la espectacular versión del Duel of the Snakes), hasta llegar al dramático torneo del final de la cuarta entrega, presentado en el escenario por sus dos autores al grito de “It’s karate time!”. Leo Birenberg no solo se encargó de los teclados junto con Nacho Doña, también acompañó con el instrumento electrónico de viento EWI las guitarras de Zach Robinson y el fantástico Salvador Benítez y el bajo de Pablo Florido. Además del coro, también hubo lugar para las voces de Noelia Franco y Luis Regidor, que nos brindaron otro de los momentos álgidos de la velada, la formidable versión de The moment of truth, el tema de Survivor que en la serie interpretó Carrie Underwood.
Es fácil quedarse sin adjetivos para describir el concierto sinfónico de Cobra Kai. Ojalá más gente hubiera podido disfrutar de otra de esas noches exclusivas de MOSMA Málaga. Ya en los ensayos difundidos por los organizadores en las redes sociales del festival se podía intuir el calibre de lo que se estaba preparando. Sin embargo, de los cuatro conciertos de esta edición 2022 solo se llenó el homenaje final a Marc Shaiman el domingo, siendo una pena no contar en el resto de conciertos con una masiva acogida del público equiparable al alto nivel del festival. El programa en general bien valía colgar el cartel de completo cada noche, pero en el caso particular de la noche estelar de Cobra Kai todos los implicados merecían haber recibido el aplauso y el cariño de todas las butacas del Cervantes. Eso sí, los que acudieron al concierto se dejaron las manos y las gargantas con sus aplausos y vítores. Si en el futuro hubiera algún concierto que MOSMA quisiera repetir, el de «Cobra Kai Sinfónico» sería el elegido sin duda por nuestra parte. Y por mucha gente.
Cuando menos lo esperaba, Harold encontró su orquesta
Nunca es tarde si la dicha es buena. Cosas agradables siempre pueden estar esperándonos a la vuelta de la esquina, sin importar mucho el momento. Durante su estancia en Málaga, el compositor alemán Harold Faltermeyer comentó que acababa de publicar su autobiografía, coincidiendo con el estreno de la esperada secuela de Top Gun. Faltermeyer puso a su historia personal el título “Where’s the orchestra? My Story” no solo debido a la pregunta que más de uno se haría en su época al escuchar los pujantes sonidos sintetizados que invadieron el audiovisual hace unas décadas. También dicho título se debía a la búsqueda por parte del autor germano de un sonido sinfónico completo para su obra, una interpretación que le faltó durante su carrera. Hasta MOSMA. Tenía que ser en MOSMA.
Por primera vez pudimos disfrutar de sus grandes éxitos con una orquesta junto a los teclados, las guitarras y esas bases rítmicas tan conocidas y celebradas. Joan Martorell dirigió la Movie Score Málaga Assemblé Orchestra (“la orquesta con el nombre más largo del mundo”, comentaba el artista mallorquín entre risas al final del concierto) en una noche mágica. Los Hermanos Ferrando (a quienes ya entrevistamos el año pasado en Metodologic) se encargaron de los fabulosos arreglos de la obra de Faltermeyer; junto a la orquesta, una banda de lujo con Pedro Valdivielso en la batería, las guitarras de Salvador Benítez, Luc Suárez (que también compartió con nosotros en su día sus interesantes experiencias con los videojuegos), Jorge Ferrando y el bajo de Pablo Florido. Mención especial merece el apartado de los teclados durante el concierto, a cargo de Diego Suárez y Néstor Silva. Nadie quiso faltar a una ocasión tan especial: los creadores de la música de la serie Cobra Kai, que horas antes habían citado al compositor alemán como una de sus fuentes de inspiración en el encuentro con los autores, también participaron en la velada. Un sonido de ensueño que, como decíamos, era inédito hasta esa noche.
El concierto arrancó con una suite que mezclaba dos producciones tan dispares como la comedia alemana Las locuras de mi doble y el RPG Two Worlds, que supuso la única presencia de la música de videojuegos en los conciertos de esta edición.
No deja de ser cierto que para muchos como el que suscribe la versión de Axel F. en formato .MOD fue una de las primeras experiencias con el ordenador Amiga de Commodore; de esas en casa de tal o cual amigo que ya había dado el salto a los 16 bits y dedicaba tardes a alardear con players, demos y juegos para la ávida concurrencia. Pero en lo que se refiere a experiencias directas de Faltermeyer con la música de videojuegos, más allá de adaptaciones de canciones suyas a formatos más domésticos por así decirlo, no quisimos dejar pasar la oportunidad de preguntar al compositor durante el encuentro que mantuvo el viernes en el Salón Rossini del Teatro Cervantes. Confiesa Faltermeyer que en el caso de los videojuegos, al ser un medio interactivo, trabaja “sin saber”, a diferencia de las películas que cuentan con un guion establecido en cuanto a lo que va a ocurrir. Es decir, el hecho de tener que escribir música para fases en las que es el jugador quien decide el siguiente paso le parecía muy llamativo, y sentencia que se trató de una experiencia muy gratificante. De hecho, fue precisamente en Two Worlds donde el compositor alemán pudo jugar con varios estilos y combinar por fin en su carrera sonidos sintetizados con los creados por una orquesta.
Puede que consideremos a Harold Faltermeyer como un dios de la música electrónica, y que sus melodías, inspiradas según reconoció él mismo por Kraftwerk, Vangelis y Tangerine Dream, le valgan por sí solas un lugar entre los grandes de la música de cine; pero no puede esconder cierta frustración por haberse visto encasillado en un género muy concreto. Admite que sabía que podía dar más de sí pero que, precisamente por sus tremendos éxitos anteriores, muchos de los posteriores encargos no le permitían salir de lo electrónico. No es que resulte paradójico que fuera un videojuego donde por fin pudiera experimentar más allá de lo que se esperaba de él (de hecho no pocos compositores tradicionales aluden a la mayor libertad creativa del videojuego para justificar su dedicación a este medio), pero sí es digno de mención en el caso de Faltermeyer, más que consagrado en el momento de componer para el RPG desarrollado por Reality Pump.
De hecho, fue el mismo Faltermeyer quien recordó a los asistentes al encuentro previo al concierto que, diez años antes de Two Worlds, ya había compuesto música para un videojuego, la aventura point and click Jack Orlando: a cinematic adventure. Ambientado en la era de la prohibición o “Ley seca”, su protagonista estaba directamente inspirado en el actor Stacy Keach, todo un icono del género negro por su papel en la serie Mike Hammer. A la hora de escribir el tema principal del juego, el autor alemán no se lo pensó dos veces y empleó el saxofón, que no solo le venía de perlas al universo planteado, sino que además es su instrumento favorito. De hecho Faltermeyer habló con bastante orgullo y reivindicación de dicho tema principal, que es elegido con frecuencia para ser tocado y versionado por otros artistas e incluso por big bands. Y todo, una vez más, gracias al videojuego.
El setlist del concierto fue una prueba de lo que supone la huella del pop en la música de cine. No solo por la utilización de sintetizadores y secuenciadores en la creación de bandas sonoras a cargo de artistas como Harold Faltermeyer (que se define a sí mismo como un “audio guy”), sino por un impacto más profundo del pop mismo en una obra fílmica, sobre todo a partir de una época concreta; casi todas las suites preparadas para el concierto consistían en piezas del score de películas como Fletch, Perseguido, Tango y Cash o Thief of Hearts, rematadas por canciones pop-rock que también formaron parte de sus respectivas bandas sonoras. Todo un acierto esta mezcla, porque no se puede entender el sonido de no pocas películas si se desliga una cosa de la otra. Así, las voces de Noelia Franco, Luis Regidor y Alba Chantar terminaron de poner contexto y, de paso, de desbloquear no pocos recuerdos entre el público. Por ejemplo, con la enérgica interpretación de The Heat Is On, que coronaba el segmento dedicado a las dos primeras entregas de Superdetective en Hollywood, con la citada voz de Luis Regidor, que el propio Faltermeyer disfrutó como un oyente más, al declarar “Glenn Frey está vivo de nuevo” cuando felicitaba a quienes hicieron posible una noche tan especial.
Uno de los momentos más emotivos vino de la mano, evidentemente, de Top Gun, al cierre del concierto. Todo un himno del cine de acción de los 80, que además ha sido leitmotiv de Top Gun: Maverick, y que en MOSMA sonó y resonó como nunca. Para empezar, a las guitarras de Salvador Benítez, Luc Suárez, Jorge Ferrando y el bajo de Pablo Florido se unió en el escenario Zach Robinson, a quien se le podía ver una sonrisa de oreja a oreja al tocar las primeras notas de Top Gun Anthem. Estaba claro que esa noche se estaban cumpliendo los sueños de más de uno en el Teatro Cervantes. A mitad de la canción, apareció en escena Harold Faltermeyer, acogido con un gran aplauso del público, para acompañar al piano el resto de la pieza.
Tras la entrega del premio MOSMA Maestros de la mano de David Doncel, coordinador artístico del festival, el concierto terminó de la forma más festiva posible, con el único bis que pudimos disfrutar en los conciertos de esta edición del festival: una colosal versión del Hot Stuff de Donna Summer, un clásico no ya de la música disco sino del pop más atemporal. Con la voz de Noelia Franco, la energía del tema coproducido con Giorgio Moroder -con quien Faltermeyer mantuvo una prolífica relación creativa además de una gran amistad que aún perdura-, puso un brillante broche final a una celebración de la evasión y la emoción, de orquesta, guitarras y sintetizadores.
Probablemente, la persona más encantadora del mundo
Al poco de terminar la edición 2021 de MOSMA ya se anunció el que sería plato fuerte para la de 2022. Nada menos que la presencia de David Arnold, que asistiría para ser nombrado Presidente de Honor del festival, y traería algunas de sus bandas sonoras más conocidas. Sin embargo, pocas semanas antes de la celebración de esta nueva edición se supo que Arnold no podría asistir, para decepción de no pocos melómanos. Pero a la vez se presentaba la oportunidad de traer a otra leyenda, no solo de las bandas sonoras, también de los musicales de Broadway. Ni que decir tiene que Marc Shaiman ha sido la verdadera sensación de esta edición de MOSMA, lo cual ya es decir, visto el resto del cartel. La personalidad arrolladora de Shaiman, su inigualable humanidad y sensibilidad, un encanto a prueba de bombas y unas cuidadas selecciones de su imponente repertorio nos ganaron a todos desde el primer momento.
Además del encuentro con los fans, disfrutamos no una sino dos veces del talento musical de Marc Shaiman en directo. En primer lugar, un recital en la Sala Unicaja de Conciertos María Cristina, con Shaiman al piano acompañado por el coro Gospel It y algunos solistas directamente venidos del teatro musical Soho Caixabank. Ya en ese concierto nos quedamos varias veces con el nudo en la garganta, a la vez que el propio Shaiman se emocionaba recordando algunos de sus mejores trabajos. Cercano, humilde, extrovertido y con mucha vitalidad (más de una vez sus pies golpeaban el suelo al ritmo de sus notas de piano), el autor de las bandas sonoras de, por ejemplo, las mejores películas de Rob Reiner, confesó sentirse sorprendido y hasta desbordado por el talento de los cantantes que también le acompañarían días después en el segundo concierto, ya con orquesta, en el Teatro Cervantes. El propio Shaiman interpretó algunas canciones, como A wink and a smile (de Algo para recordar) y The place where lost things go (de El regreso de Mary Poppins); eso sí, no sin antes disculparse por, según él, no estar a la altura de los otros solistas, argumentando que su voz era “a jewish cry for help” (“un grito judío de auxilio”). Albert Bolea cantó, entre otros, algunos números del musical de Atrápame si puedes: de uno de ellas comentaba Shaiman al público que “esta canción hay solo cuatro personas en el mundo que puedan cantarla, y resulta que una de ellas está en Málaga”. Lorena Calero y María Adamuz fueron las otras solistas que dejaron sin respiración al público con sus interpretaciones.
Fueron varias las menciones de Shaiman, tanto en los conciertos como en el encuentro, al papel de Dios en su vida y en su carrera, en su inspiración y en los trabajos que ha ido llevando a cabo, así como el de personas que fueron viendo su talento (como el citado Reiner o la cantante y actriz Bette Midler) y le dieron oportunidades que otros no le hubieran planteado, que le permitieron progresar y hacer mucho más de lo que imaginaba. También se refirió a la situación actual en Estados Unidos, por ejemplo antes de tocar una imponente pieza de El presidente y Miss Wade, recordando que quería evocar unos valores (“the old America”, decía) que cree que se están perdiendo estos días. Después de tocarla en el primer concierto, entre el público se oyó una voz espontánea gritar en inglés “¡Su música es el corazón de América!”, para sorpresa del invitado y del resto del auditorio. Era Antonio Banderas. El actor y productor malagueño se encargó de entregar, dos días después en el segundo concierto, el premio MOSMA Maestros a un emocionado Marc Shaiman. Banderas renunció de nuevo a toda solemnidad, diciendo que le daba el premio con “un guiño y una sonrisa”. Abrumado pero agradecido, Shaiman bromeó por tantos halagos (“es como si estuviera en mi propio funeral, pero ¡está bien!”).
En ese segundo concierto, denominado “La gran noche de Marc Shaiman”, junto a la Orquesta Sinfónica de Málaga intervinieron de nuevo el coro Gospel It, así como Lorena Calero, Albert Bolea y María Adamuz y la MOSMA Broadway Band -creada para la ocasión-, todo ello con la dirección de Arturo Díez Boscovich. De nuevo se unieron el cine y los musicales, con los sonidos de obras tan distintas como Misery, La familia Addams, Cowboys de ciudad, Abajo el amor, Patch Adams y Sister Act, entre otras. Por citar un ejemplo, disfrutamos de una divertidísima versión en castellano del tema No al Canadá de la BSO de la película de South Park. El cierre del concierto fue una celebración, en palabras del propio Marc, de la alegría y la aceptación: dos canciones del musical Hairspray, que dejaron unas cotas de calidad musical y emotividad difíciles de superar.
Hasta el octavo MOSMA
Con los aplausos a Marc Shaiman acabó la séptima edición de MOSMA. Una edición en la que afortunadamente se han recuperado los encuentros con los compositores, una de las cualidades del festival y que tanto se echaban de menos en los últimos años, entre tantas cosas aplazadas o directamente eliminadas por la pandemia. Además de los estupendos conciertos, hemos podido sentarnos a escuchar de nuevo las inquietudes y alguna que otra confesión de los autores invitados, en el clima de cercanía y complicidad que se crea en este festival. Eso sí, al hacer coincidir esos encuentros en el salón Rossini en la primera planta del Teatro Cervantes con los ensayos de los conciertos, la música se colaba en las charlas e incluso llegaba a distraer a los propios participantes.
Por otro lado, se ha echado en falta disponer de un programa completo de los conciertos, no ya en papel sino al menos en formato digital; en el concierto de Marc Shaiman era el propio director Díez Boscovich quien anunciaba lo que la orquesta iba a tocar antes de cada pieza. Pero son detalles que en absoluto ensombrecen una edición brillantísima y en la que hemos disfrutado hasta la última nota y el último abrazo. Porque MOSMA es también encuentro de viejos amigos, entusiastas de la música de cine, la televisión y el videojuego, que cada año se citan en Málaga para pasar unos días de esos que recargan pilas y llenan el alma. Hasta el próximo MOSMA.