Se disparan los rumores de los 3 grandes fabricantes de consolas apuntando a nuevos modelos de negocio para este mundillo. Pero si de alguna tenemos algo más concreto, es la evidencia de que va a existir esa actualización de la PlayStation 4 llamada internamente Neo, o 4K. Pese a faltar la confirmación oficial, que podría llegar en el próximo E3, se acumulan las fuentes concordantes; quién sabe si son filtraciones o la intención de tantear el mercado por parte de la compañía nipona.
De ser así, mentiría si no creo que Sony se habrá llevado una sorpresa con las sensaciones que ha suscitado tal filtración. Si en foros anglosajones ha habido agria polémica, aquí ha habido un profundo rechazo a la propuesta, con notorias voces liderando un fuerte sentimiento de desencanto.
Pero ¿qué significa realmente esta posibilidad, este refresco de hardware a mitad de generación? ¿Qué puede implicar para la industria y para el usuario? Creo que sería interesante esbozar algunos de los futuros posibles que parecen dibujarse en el horizonte e intentar equilibrar los deseos, los miedos y qué puede significar realmente esta exótica revisión de consola.
Riesgos
Podemos empezar por lo básico: las tripas. No es casual en el mundo de las consolas (con la excepción de la variable vida de las portátiles) que puedan cambiar tanto las características de un modelo respecto a sus revisiones, en aspectos tan básicos como su configuración de CPU, gráfica y memoria. Es un salto significativo, y a su vez, también decepcionante. Su importante mejora gráfica se ve lastrada por una discretísima mejora de la CPU y su memoria es algo más rápida pero la cantidad es justo la misma. Se comenta sobre rumores, claro, pero lo que arrojan los datos técnicos es que hay una mejora, no una revolución.
Y la pregunta subsiguiente es: ¿va a poderse aprovechar esa mejora? Esta es una pregunta trampa, porque si la respuesta es un rotundo sí, la reacción lógica es que la consola original va a verse relegada a un segundo plano, llegando a tener experiencias sub-óptimas de los juegos. Si la respuesta es no, ¿para qué la revisión? Realmente, de la única manera que Neo pudiera pasar por un camino menos tortuoso es si se queda en tierra de nadie. Y eso sólo deja medias tintas y muchas dudas.
En un artículo de Digital Foundry, convenientemente traducido en la filial española de Eurogamer, se destaca el interés de Sony de amarrar Neo para no alienar a su base de usuarios. Los juegos serán los mismos sin contenidos exclusivos, sólo habrá código diferente para la GPU, no habrá segregación online, las partidas guardadas serán intercambiables y los trofeos se desbloquearán de manera idéntica… Si ese es el camino a seguir, ¿por qué suscita tanto miedo esta revisión?
Los motivos son variados, algunos son miedos razonables, otros casi obedecen más a la psicología humana. Entre los grandes peligros que acechan a Neo es la creación de usuarios de primera y segunda clase. ¿Y si las desarrolladoras se centran en conseguir una buena experiencia en Neo y la versión de PS4 se convierte en una broma de mal gusto? ¿Qué podemos esperar del futuro si en la actualidad ya hay juegos que salen muy mal optimizados para la PS4? Casos como el Hyrule Warriors de 3Ds hacen saltar todas las alarmas, y con el éxito de la consola de Sony, la cámara de resonancia puede ser amplísima y terrible.
Otro punto preocupante es el de cargarse la “experiencia estándar” en consola. No habrá segregación en el online, pero… ¿habrá ventajas por jugar en Neo respecto a PS4? En consola, más allá de accesorios o calidad de conexión, te asegurabas que todos compartían un cierto estándar de calidad de juego. Esto podría cambiar: queda en manos de los desarrolladores asegurarse de que la tasa de frames sea idéntica, de que no haya una versión mucho más estable, de que no tenga una mayor resolución o calidad de imagen que permita tener cierta ventaja en los modos competitivos…
Pero realmente es un golpe bajo a la historia y las expectativas. Un sistema cerrado te aseguraba una experiencia consistente e idéntica a la del resto de usuarios durante toda la vida del aparato. La existencia de una posibilidad de mejora a medio camino (sin ser un add-on para juegos exclusivos o un expansion pack anecdótico) rompe un cierto status quo consolil. Este status quo dicta que nadie tendrá una versión ni mejor ni peor que lo mío, al menos con el mismo aparato. Visto de este modo es un poco triste este pacto de mínimos y de comparación de aparatos, pero sería de necios subestimar socialmente sentimientos tan primarios, tan humanos.
Y qué decir a los que prefieren la relativa simpleza de configuración de las consolas respecto a plataformas más abiertas y potentes… Si cada vez es menos cierto que las consolas ofrecen más inmediatez, comodidad y despreocuparse de opciones, háblales de diferentes modelos de consolas y calidades de juegos dentro de un mismo ecosistema. A nivel de desarrollo, esta coexistencia de modelos puede llevar a nuevas preocupaciones y riesgos. No sería extraño que surjan posibles incompatibilidades entre componentes que impidan que ciertos juegos pudieran funcionar (no es la primera vez que pasa en Sony, incluso sin cambios en el núcleo de la consola). Los desarrolladores tendrían que tener en cuenta perfiles gráficos para los dos modelos, multiplicando las decisiones a tomar, a desarrollar, a optimizar y a testear. En última instancia, estaríamos complicando su trabajo con cada juego al mercado.
Horizontes
Con todo esto, tampoco se haría justicia al asunto enterrando aquí el debate. Un cambio de estas características debe obedecer a un fin, sea por un asunto en concreto o por un intento de cambio de paradigma. A este fin se le ha colgado el título de televisores 4K, la Realidad Virtual, los lectores de Blu-ray UHD o las nuevas pantallas HDR. Sin quitarle parte de esa posible relación directa, me parece más interesante abordar la posibilidad de que Neo no sea una actualización puntual, sino un intento decidido por cargarse las generaciones de consolas y pasar a un modelo iterativo de las mismas.
Se acabaría PS5 o PS6. Se acabarían los resets de generaciones. Se abrazaría un modelo similar al de los móviles o tablets pero más espaciado en el tiempo. El futuro que nos ofrece este horizonte es peculiar, interesante y a veces aterrador; con sus luces y sombras.
A nivel de los fabricantes de consola, las ventajas parecen demasiado claras. Sony está en estos momentos en una posición dominante en sobremesa: si consigue implantar este modelo y se logra una compatibilidad total con las futuras actualizaciones, podrá mantener usuarios arrastrados por sus cuentas digitales. Estos usuarios serán menos propensos a abandonar el barco mientras no haya un cambio disruptivo. Sony quiere acabar con las futuras guerras antes de empezarlas, minimizando los riesgos de desarrollo de hardware y acabar con la peligrosa tabula rasa de principios de cada generación, donde se arriesgan a posibles debacles o notorios cambios de poder.
El paso de esta generación a arquitecturas de PC x86 y a componentes menos exóticos parece hacer factible, al fin, una completa retrocompatibilidad con todos los modelos venideros. Si algo nos preocupa a los usuarios, es que nuestras compras sirvan de cara al futuro en estos ecosistemas. ¿Podré descargarme dentro de quince años este juego adquirido digitalmente? ¿Podré jugarlo en una futura PlayStation? Son preguntas que, hasta ahora, han tenido respuestas preocupantes. Cuando se cierran tiendas digitales de modelos antiguos parece que parte de ese historial de juegos se pierde sin solución. Con la expansión lenta pero segura de las compras digitales incluso para juegos retail, el futuro exige una buena respuesta a estas preguntas.
De cara a los desarrolladores, el modelo iterativo les ofrece también algunas ventajas. Les permite un entorno sin demasiados cambios donde ya no será tan importante acertar cuándo debe salir el juego que preparan. Si es demasiado tarde en el ciclo vital de una consola podría perder el interés de un mercado más centrado en lo que vendrá. Si es justo al inicio, aunque con grandes oportunidades, surgen las dudas de si habrá mercado para su juego. Se acabarían los juegos entre generaciones: hay muchas más similitudes entre lo que podremos encontrar entre PS4 y Neo que en las adaptaciones fulleras que puedan haber entre PS3 y 4. El cambio de plataforma no tendría por qué matar un juego o requerir de una reestructuración, permitiría a sus usuarios seguir con sus personajes sea en la actual o la siguiente iteración consolera sin tener que hacer nada.
Se les podría ofrecer un entorno de desarrollo más estable y evolutivo. Se evitarían los cismas de potencia y arquitectura en los saltos generacionales, que les obligan a cambiar sus herramientas de manera significativa. Quizás, será también una manera de frenar o hacer más suave la escalada de costos de los juegos AAA. En este momento, la industria se aboca a concentrar recursos en juegos de alto tonelaje, cada vez más abultados y menos numerosos: aumenta el riesgo financiero y disminuye el riesgo creativo. Como consecuencia, se pierden los desarrollos medianos, que prácticamente no existen fuera de algunas esferas. Nos vemos abocados a un mercado polar entre lo pequeño y lo gigante; la iteración podría mejorar un poco la situación.
Para los usuarios quedaría un camino algo complicado. Enfrentarse a un mundo cada vez más poblado de juegos como servicios (el online mismo nos lleva a ese mundo), la dependencia de DLC y microtransacciones, o ese mercado de acceso gratuito que es una hoja de doble filo. Por no hablar de una lucha difícil de vencer: bombardeados de noticias, información, publicidad y entusiastas tecnológicos, enfrentarnos a la imperiosa “necesidad” de estar a la última.
Uno de los mundos en los cuales la obsolescencia programada pierde relativamente su importancia es en el entorno de los entusiastas tecnológicos. Esto se da porque se crea en ellos la necesidad de saltar a lo último, nadando entre revoluciones que, vistas en perspectiva, son poco más que detalles. Es un juego que la publicidad de grandes marcas como Apple maneja con mucha maestría: no hace falta que tu teléfono se rompa, es que el nuevo modelo es taaaaaaan revolucionario que “necesito” disfrutar de sus importantísimas novedades. En un mundo ideal, que ofrezcan una actualización no tiene porqué significar que sea obligatoria, ni necesaria, ni pertinente, ni que seas escoria como usuario si no la obtienes.
Pero para que ese escenario ideal fuera posible en el mundo de las consolas, se debería llevar el asunto Neo de la mejor manera, sin fallos ni puñales por la espalda. Es demasiado fácil y tentador hacer las cosas mal y joder al usuario, por mucho que la lógica dicte que es mejor tener contentos a 40 millones de actuales compradores. Pero aunque pueda pasar por el aro una vez, ten por seguro que el consumidor recuerda, y actuará en consecuencia a las primeras de cambio. Les costó horrores a Sony quitarse el sambenito de arrogancia, ganado a pulso durante muchos años. Es demasiado fácil que se lo vuelvan a poner: un paso en falso y se acabó, no necesitarán nada más para hundirse.
Hacer las cosas bien será un tortuoso camino en el que contentar a todos sus usuarios, fragmentados en calidades y, de aquí a poco, a sumar la experiencia VR. Que Neo sea también una respuesta para la VR no debería sorprendernos. Tras muchos años de tranquilidad, de una cierta ralentización en la locura tecnológica que poblaba el mercado de compatibles, la Realidad Virtual es la excusa perfecta para un cisma tecnológico y una demanda de requisitos disparada. No es de extrañar que la potencia extra de Neo sea una necesidad que le permita seguir la ola de los desarrollos de realidad virtual multiplataforma.
De los posibles escenarios que plantea la llegada de la supuesta PS4 Neo, me plantearía idealmente que cada plataforma aguantara una revisión entera como mínimo. PS4 sería la base sobre la que realizar los juegos hasta la salida de la sucesora de Neo. A partir de entonces, la base pasaría a ser Neo y así sucesivamente. Cada modelo aguantaría seis años de juegos y tres con versiones mejoradas. ¿Qué os parecería este modelo de futuro? Veremos qué nos cuentan en el próximo E3.
Si el paso es realmente hacia un cambio de paradigma en lugar de una consola medio nueva a mitad de generación, y si lo hacen bien, los beneficios pueden ser mayores que los perjuicios.
La cuestión es que traten con respeto a los jugadores:
– Que los ciclos no sean demasiado cortos (se me ocurre que todo lo que baje de 4 años puede ser demasiado rápido).
– Que los catálogos sean retro-compatibles siempre.
– Que iteraciones pasadas sigan pudiendo jugar a juegos nuevos a menos que haya una justificación real (como un motor gráfico demasiado demandante o una funcionalidad incluida en una iteración posterior).
– Que no se olviden de la optimización para iteraciones pasadas.
– Que ofrezcan un sistema identificativo claro cuando empiecen a salir (que pasará) juegos que no sean compatibles con iteraciones anteriores.
En realidad, no tienen más que fijarse en plataformas como Android o iOS (salvando el ciclo salvaje de actualización hardware) para obtener el modelo. Uno, cuando adquiere un juego para su iPhone sabe, basado en su versión de iOS, si le va o no y, una vez que lo tiene, puede jugarlo siempre en iPhones posteriores.
Lo que expones es necesario. Si lo que pretenden es realizar ese cambio de modelo y que funcione, debería ser así. ¿Nos lleva a un escenario donde se acaba el aprovechamiento «al 100%» del hardware? Es muy posible.
Algo interesante que planteas es lo de la exclusión de modelos anteriores. Estaría bien que si un desarrollador quiere publicar un juego menos ambicioso técnicamente, lo pudiera hacer compatible con cualquier modelo del ecosistema que desee. Lo que me escama es si con el cambio de arquitecturas gráficas de futuro se pueden llegar a producir incompatibilidades en el lenguaje de programación de juegos a bajo nivel.
Espero que, al menos, tomen consciencia de lo importante que será para los usuarios que los juegos físicos y digitales sean retrocompatibles siempre hacia delante.
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