Tengo muy buenos recuerdos de aquel Skyrim que originalmente viera la luz en el 2011, si bien no fue el título que me inició en la serie de Bethesda The Elder Scrolls. Fue The Elder Scrolls IV: Oblivion el juego al que le debo las gracias por darme a conocer esta grandiosa saga, aunque lo cierto y verdad es que fue con Skyrim cuando empecé a profundizar en su particular universo. Sin ese paso probablemente no habría saboreado nunca las mieles de las otras entregas, como el magnífico Morrowind o los clásicos The Elder Scrolls: Arena y The Elder Scrolls II: Daggerfall y . Pero lo dicho: fue realmente Skyrim el que me inició en toda esta gran odisea; por lo tanto, la noticia de que Bethesda fuese a lanzar una versión remasterizada para PlayStation 4, Xbox One y PC me alegró muchísimo. Ya con esta edición especial en nuestras manos, veremos si cumple la nueva versión con respecto a la original.
The Elder Scrolls V: Skyrim nos sitúa unos 400 años después de los eventos de Oblivion. El Imperio de los hombres, con capital en Cyrodiil, está en crisis y en el epicentro una guerra civil en Skyrim. En este contexto vuelven a resurgir los dragones, y de esta forma (algo muy habitual en esta saga) también surge un nuevo Sangre de Dragón para lidiar con este gran peligro resucitado… O lo que es lo mismo, nuestro personaje, el cual podremos personalizar de forma absoluta. Aparte de la trama principal, tenemos multitud de misiones secundarias, grupos para unirnos y muchísimas localizaciones para explorar. Y esto solamente contando el juego base, ya que esta Special Edition incluye, como ya pasó con la edición GOTY del clásico, todas las expansiones del juego: Dawnguard, donde tendremos que enfrentarnos a un vampiro muy poderoso que pretende sumir al mundo en una oscuridad eterna; Hearthfire, donde podremos construir nuestra propia casa y personalizarla; y Dragonborn, donde viajaremos a Solstheim (localización muy nostálgica para los seguidores de Morrowind) para enfrentarnos a Miraak, el primer Sangre de Dragón. La Special Edition no añade más contenido, salvo la posibilidad de poder instalar mods en las versiones de consolas, como ya pasara con Fallout 4.
Desde el principio, Skyrim impresiona en todos sus aspectos, si bien es cierto que también sufre de una simplificación muy grande a la hora de aprender habilidades y tener clases con nuestros personajes respecto a anteriores entregas. Antes de Skyrim estábamos obligados a usar una clase predefinida o personalizada que nos limitaba nuestra forma de actuar. Según las habilidades que tuviéramos destacadas, solo podíamos subir de nivel si utilizábamos esas habilidades específicas (ejemplo, si nuestro personaje destaca en el sigilo pues tendremos que usar el sigilo para aumentar de nivel). En Skyrim no hay clases, todo lo que subamos más o menos servirá para eventualmente subir de nivel. Cuánto más alta esté la habilidad, más exp tendremos para subir de nivel. Afortunadamente, esta simplificación nos otorga otros beneficios; con cada nivel que subamos, obtendremos una mejora en magia, salud o aguante, y un perk que podremos gastar en las habilidades que queramos. O sea, que no hay clases predefinidas, pero podemos ir forjando nuestro camino con nuestro personaje escogiendo los perks que más se acomoden a nuestros gustos. No hay constelaciones asignadas a nuestro personaje como en anteriores The Elder Scrolls; en lugar de eso tenemos unos menhires mágicos esparcidos por Skyrim que podemos activar, y que nos otorgan una ventaja hasta que usamos otro menhir.
Las armas y armaduras tampoco se estropean, o sea, que no hace falta repararlas. Aunque se pierde ese toque realista, ganamos en la posibilidad de poder forjar y mejorar nuestras armas y armaduras. Esto provoca que buscar recursos en el juego sea bastante más importante que en anteriores juegos de la franquicia. La forja tiene su propia rama de habilidades, y llegar al máximo no es sencillo; y lo mismo se puede decir de la alquimia, las armas encantadas, etc. Si conseguimos llegar al máximo con una habilidad (nivel 100), podemos “resetearla” para convertirla en legendaria y volver a empezar a subirla. De esta manera, con tiempo, podemos hacer que nuestro personaje suba de niveles indefinidamente. En otro orden de cosas, Skyrim mantiene los diálogos simplificados y marcadores de Oblivion, pero actualizados y mejorados. Como ya comenté antes, hay muchas sidequests, bastantes personajes y muchísimas conversaciones ─todo localizado al castellano─ que nos darán para cientos de horas de juego. Pero si conseguimos completarlo todo y aún así no tenemos suficiente, Skyrim incluye un sistema llamado Radiant Quest, que genera una misión aleatoria de naturaleza específica en una localización también aleatoria y con una recompensa al azar. Por lo tanto, siempre habrá alguna cosa que hacer en el juego.
En este sentido, la Special Edition es exactamente igual en el plano jugable a la versión original. ¿Qué novedades aporta entonces esta remasterización? Pues básicamente un lavado de cara en el aspecto gráfico, efectos y la posibilidad de añadir mods en las versiones de consola. También se incorpora la opción de “guardado rápido” que no tenía el juego original, algo añadido sin duda de la experiencia de Fallout 4 y que indiscutiblemente nos sacará de más de un apuro en ciertas ocasiones. Es en el aspecto gráfico donde vamos a notar más diferencias con respecto a la versión original del 2011, ya que todo en Skyrim Special Edition luce en general con más nitidez, con muchas texturas mostrándose a más resolución. También hay más elementos de fauna boscosa en pantalla, las luces y sombras están muy mejoradas, y el espacio de visionado se ha extendido mucho. Todo esto sin duda son grandes añadidos, aunque por ejemplo, el framerate se mantiene a 30 imágenes por segundo, como en el juego original para consolas. Si no tenemos en cuenta las bondades de la versión PC (y más aún con mods de por medio) se notan las mejoras, pero no es tampoco una diferencia abismal con respecto al Skyrim original; hay muchos elementos en el juego que se ven igual… o por lo menos es la impresión que me deja. Por otro lado, los notables efectos de sonido y los diálogos tienen un efecto envolvente mejorado, y afortunadamente, las voces en español suenan muy bien, no tienen el efecto de “voces enlatadas” que por desgracia sí ocurre en Fallout 4. Por lo demás, vamos a poder seguir disfrutando de la fantástica banda sonora de Skyrim, sin ningún nuevo añadido digno de reseñarse.
El aspecto novedoso más importante es sin duda la inclusión de los mods en consola, como ya ocurriera con Fallout 4. Hay que tener en consideración los pasos a seguir: necesitaremos tener cuenta en Bethesda, seleccionar los mods que queremos instalar entre los disponibles y, cuando estén instalados, se desactivarán los trofeos/logros en el juego. Por lo tanto, es recomendable primero disfrutar de la versión original antes de probar los mods. Por lo demás, y ya en conclusión, ¿merece la pena Skyrim Special Edition?
Dependerá de cada persona y su caso particular. Si se tiene un buen PC con el Skyrim original y con sus mods, desde ya digo que no merece la pena, porque seguramente hoy día, con según qué mods instalados, la versión original de The Elder Scrolls V Skyrim se ve mejor todavía que esta Special Edition. Si por las razones que sean no tenemos la versión PC y hemos disfrutado horas y horas en el mundo de Skyrim a través de PlayStation 3 o Xbox 360, es de justicia decir que sí que merece la pena pasar por esta nueva edición, ya que las mejoras están ahí, por no decir que los mentados mods son todo un aliciente. Y por supuesto, resulta del todo recomendable para aquellas personas que en su día no jugaron a Skyrim; de hecho, en este último caso en particular se podría decir que estamos ante una obra imprescindible, porque descubrirán un mundo inmenso y con cantidad de cosas para hacer.