La trayectoria de Arkane Studios ha sido cuanto menos tortuosa. Y esto es particularmente extraño de señalar si tenemos en cuenta que la producción de esta desarrolladora se ha mantenido por lo general en unos niveles de excelencia que no admitían discusión; pero lo cierto y verdad es que, en sus casi dos décadas de existencia, su bagaje en lo que a obras completas se refiere se reduce a Arx Fatalis (su ópera prima), Dark Messiah of Might and Magic y las dos entregas de Dishonored. No podemos dejar de mencionar sus colaboraciones en otros títulos, a la usanza de su aportación en el modo multijugador de Call of Duty: World at War, el apoyo creativo en Bioshock 2 o la realización para Majesco de un pequeño juego de estrategia ─KarmaStar─ dirigido a iOS. El factor antes mentado “tortuoso” entra en liza cuando mencionamos algunos proyectos que fueron cancelados, como The Crossing, el sonoro bluff de Valve con Return to Ravenholm (ubicado en la franquicia Half-Life) o aquel LMNO en el que estaba involucrado Steven Spielberg.
No cabe duda de que la estabilidad que hay detrás de la compañía, refutada por supuesto en base a su buen hacer, vino en gran medida por el respaldo de una gran empresa como ZemiMax Media, actual propietaria de importantes estudios como Bethesda Softworks o la mítica id Software. Fue en el año 2010 cuando ZemiMax se hizo con Arkane, promoviendo el desarrollo de la primera entrega del juego que hoy nos ocupa. Así, dos años después de este ejercicio, vio la luz un Dishonored que sorprendió a propios y extraños gracias a un buen puñado de factores que elevaban esta producción a lo más alto, combinando un gusto exquisito en lo artístico con un factor lúdico tan fresco como revolucionario.
Dishonored nos ponía en la piel de Corvo Attano, guardaespaldas de la emperatriz Jessamine Kaldwin. Al regresar a la industrial ciudad de Dunwall (antaño maravillosa urbe ahora azotada por una terrible epidemia), Corvo es acusado del asesinato de la emperatriz, siendo injustamente condenado a muerte por ello. Como no podría ser de otra manera, nuestro protagonista escapa con el fin de, llevando sus habilidades al límite, convertirse en ─esta vez sí─ un asesino cuyo fin es acabar con los verdaderos criminales y rescatar a la hija de Jessamine, secuestrada por los conspiradores. Todo este argumento se traducía en una sensacional amalgama de acción, sigilo y libertad de acción cuyas virtudes fueron refutadas por premios como el del ‘Mejor Juego del Año’ en los BAFTA 2013 y el ‘Mejor Juego de Acción o Aventura’ de los Spike Video Game Awards.
Marca de la casa es el hecho de que Arkane se haya tomado su tiempo en presentar una secuela a la altura de las circunstancias. Lo mejor es que han preferido pecar de conservadores, con la lógica idea de preservar las mecánicas del título original e intentar potenciar la experiencia en todos los sentidos. Y lo hacen no solo pensando en los réditos, en lo comercial, sino a modo de homenaje hacia todos los que se rindieron ante la jugabilidad del primer juego. A este respecto, absolutamente digno de elogio es el arranque de la aventura, ofreciendo posibilidades por doquier de cara a que el usuario experimentado en la praxis de Corvo pueda rizar el rizo encadenando virguerías, a la par que se pone sobre la mesa el lógico encaminamiento que abrazarán los neófitos en Dishonored.
No voy a exponer nada que os reviente la historia, pero sí os diré que Dishonored 2 transcurre quince años después de la derrota del lord Regente, habiendo pasado a la historia la atroz plaga de la peste. La emperatriz Emily Kaldwin está al mando… hasta que una malvada usurpadora (mucha atención a su sensacional y siniestro diseño) reclama su derecho al trono dando un golpe de estado que pondrá en jaque el nuevo orden. En medio de la espectacular introducción, el jugador tendrá que elegir si asume el papel de Emily o Corvo, factor importante que conlleva sin ningún lugar a dudas el que el usuario decida abordar la aventura dos veces (e incluso cuatro, con poderes o sin poderes), debido a las distintas experiencias que aporta cada personaje. En cualquier caso, viajaremos desde las calles de Dunwall hasta la antaño deslumbrante ciudad costera de Karnaca.
Como secuela, Dishonored 2 hace alardes de mejorar un original que ya de por sí era fantástico. Un buen ejemplo de ello son las variadísimas opciones que tenemos para cumplir las misiones, destacando una circunstancia que en términos de libertad ─o al menos en lo que a sensaciones se refiere─ me parece digna de reseñar, como es el que las maneras no letales son mucho menos obvias. En general, todo está dispuesto para que tengamos que explorar y experimentar, multiplicando de forma exponencial esta premisa con respecto a su predecesor. De un modo u otro, lo que tenemos es un juego divertidísimo en el que cualquier acción que ejecutemos resulta tremendamente placentera, ya sea escabullirnos cual sombra o partir en dos a un enemigo y lanzar una de sus partes hacia las aspas de un molino. Detalles.
Igualmente destacable es el ejercicio audiovisual plasmado por Arkane. Dirigidos por Sebastien Mitton, maestros como Cedric Peyravernay y Sergey Kolesov vuelven a ejecutar un arte a todas luces fantástico, sublime, con una personalidad arrolladora. Escenarios, personajes… todo está diseñado con un gusto exquisito. Lo mismo al respecto de la banda sonora, donde el televisivo Daniel Litch («Dexter», «Hellraiser IV») vuelve a demostrar en el mundo de los videojuegos lo que ya demostrara en el primer Dishonored o en el infravalorado Silent Hill Downpour. Este gran conglomerado está fenomenalmente resuelto en pantalla gracias a las bondades del motor The Void, un engine basado en el id Tech 5 que viene a sustituir al Unreal Engine 3 de su predecesor. Hay que reconocer que luce de lujo, si bien el rendimiento en PC es sumamente caprichoso, generando ─a la espera de que se arregle─ no pocas quejas en términos de estabilidad.
En cualquier caso, Dishonored 2 es uno de esos juegos que sabes que son del todo imprescindibles a poco que lo saborees unos pocos segundos. Por supuesto que si vienes del primer Dishonored más o menos sabrás a qué atenerte, pero es que aun así lo nuevo de Arkane regala sorpresas a manos llenas. Es un videojuego impecablemente concebido, y lo que es mejor, divertido a más no poder. Y apasionante. Y tan duradero como rejugable. Definitivamente, una de esas joyas que de tanto en tanto aparecen y que con firmeza dejan huella en el sector.