El que esto suscribe, aparte de ser un loco apasionado del mundo de los videojuegos, es un vehemente seguidor de las artes marciales, hasta el punto de que determinados factores me hicieron iniciarme en ellas. A ese respecto, me siento muy orgulloso de haberles dedicado más de tres décadas, hasta el punto de tener el honor de haber podido ejercer de profesor en alguna que otra disciplina.
Y es que, cuando uno es “jovencito”, cualquier cosa es más que susceptible de entusiasmarle a uno hasta el punto de terminar formando parte de tu vida. Una de estas cosas fueron los videojuegos; y no lo digo únicamente por el hecho de tenerme aquí escribiendo sobre esto del ocio electrónico que tanto nos gusta, sino por lo que antes os contaba de las artes marciales. Aparte de lo que conllevaba (defensa personal, cultivo del cuerpo y de la mente, constancia…), el haber practicado disciplinas como Shoto Kan, Yawara Jitsu, Muay Thai, Hapkido o Kung-Fu Win Chun es de lo mejor que se me ha podido ocurrir hacer en esta vida. Sin ningún lugar a dudas, os animo, tengáis la edad que tengáis, a que practiquéis artes marciales.
Y, en parte, todo ello se lo debo no solo a las películas de Bruce Lee, Jackie Chan y sus clónicos ─como les pasaba a la mayoría de los chavalines de mi época─, sino al hecho de haber podido disfrutar de auténticos clásicos del videojuego que representaban entre píxeles lo mejor de las artes marciales. Por supuesto, no están todos los que son, pero son todos los que están, o al menos en lo que respecta a un servidor. Ahí va una pequeña selección de los títulos del género que más me influenciaron en su día… ¿Y los vuestros?
KARATE CHAMP
Era yo de lo más pequeñajo cuando descubrí esta reliquia de Technōs Japan para Data East, auténtico precedente de lo que luego fueron clasicazos como International Karate o The Way of the Exploding Fist. Y, tal y como hicieron respectivamente estos dos monstruos de System 3 y Melbourne House, Karate Champ implementaba a través de sus veteranos circuitos de ocho bits una fidedigna representación de lo que debería ser un combate reglado de Karate.
En la época, aglutinar todos los movimientos de los que hacía gala Karate Champ era poco menos que imposible con los habituales controles que tenían los arcade allá por 1984. Pero los ingeniosos programadores del juego otorgaron al usuario un control tan intuitivo como completo gracias a la sorprendente combinación de dos joysticks, uno para cada mano, prescindiendo de botón alguno. Aunque al principio era complicado (sobre todo por lo inusual), el novedoso tutorial cumplía a la perfección su labor y nos convertía en auténticos cinturones negro.
Luego estaba la ambientación de Karate Champ: empezábamos en la escuela de artes marciales, nos graduábamos, y pasábamos a los cada vez más importantes torneos de artes marciales. De vez en cuando, el arcade nos sorprendía con alguna fase que ponía a prueba nuestro temple, tal como la famosa escena en la que debíamos detener con nuestro puño un imponente toro. Con detalles como este, Karate Champ alcanzó la vitola de mítico, más por su calidad y su riqueza de matices que por su consabida veteranía.
KUNG-FU MASTER
Bueno, Kung-Fu Master no era excesivamente realista. Al fin y al cabo, era la épica historia de un solo hombre contra centenas de enemigos. Pero recogía a la perfección la esencia de las artes marciales chinas de aquellos años ─al igual que Karate Champ, vio la luz en 1984─ capturando de medio a medio lo mejor de esa bizarra película que el malogrado Bruce Lee dejó a medias, «Juego con la muerte».
La acción se vería en gran medida refrendada por la típica historia del rapto de nuestra chica. Silvia (que así se llamaba) se encontraba en la quinta planta de un edificio repleto de malvados, guardando cada piso un artista marcial de notoria habilidad. Y nosotros sólo contábamos con nuestros puñetazos y patadas, recordándonos constantemente que un solo hombre, con la habilidad y la disciplina necesaria, puede marcar la diferencia.
Kung-Fu Master (Spartan X en su versión original) fue convertido a multitud de plataformas domésticas, destacando por méritos propios la realizada para NES ─llamada Kung-Fu a secas por estos lares─ y MSX. Con algo más de fantasía, la obra magna de Irem Corporation cumplió el sueño de muchos jóvenes de protagonizar su propia película de kung-fu. Jarrones con serpiente y mariposas envenenadas aparte, quedan para el recuerdo los míticos enfrentamientos con los final bosses. Todo un clasicazo que, a modo de curiosidad, fue realizado por el hombre que contribuyó a crear franquicias como Street Fighter o Fatal Fury.
YIE AR KUNG-FU 2: THE EMPEROR YIE GAH
Konami abrió la veda con el primer Yie Ar Kung-Fu, auténtico paradigma de los “one vs one” cuya virtud propulsora siempre acaba achacándosele a Street Fighter y su todopoderosa secuela. Con su segunda parte, The Emperor Yie Gah, la compañía japonesa dio en 1985 el do de pecho, estrenando en los ordenadores MSX (y, posteriormente, en Amstrad CPC, C64, ZX Spectrum, BBC Micro, Acorn Electron y Thomson TO7-70) una secuela que dejaba muy atrás a cualquier otro juego del género.
Basándose en las mismas premisas que su predecesor, Yie Ar Kung-Fu 2 era capaz de asombrar a propios y extraños con su poderosa apariencia técnica, la cual en cierto modo era capaz de verse eclipsada por una jugabilidad sin precedentes, plasmando en pantalla una acción increíblemente dinámica y fluida, más propia de un arcade recreativo que de un lanzamiento para plataformas domésticas. Cabe citar que estas bondades solo eran del todo palpables en la versión original del juego, siendo bastante superior a las desarrolladas para el resto de plataformas por los ingleses de Imagine. Así pues, para degustar Yie Ar Kung-Fu 2 en su máxima esencia debía ser en el formato cartucho desarrollado por Konami para el sistema MSX.
Combates contra luchadores con habilidades mágicas (ya teníamos bolas de fuego y cosas así), posibilidad de pelear contra un amigo, un diseño gráfico de ensueño y cientos de detalles más hacían que la experiencia de pelear con la secuela de Yie Ar Kung-Fu fuese una delicia digna de los paladares más exigentes. Cabe citar que Konami llegó a considerar el arcade recreativo Martial Champion (1993, también aparecido ese mismo año en PC Engine) como la tercera entrega de la saga.
BUDOKAN: THE MARTIAL SPIRIT
Electronic Arts realizó en 1989 para Amiga y PC ─un año después para Megadrive─ una especie de analogía moderna de lo que fue en su momento Karate Champ. Sin duda alguna tenemos en Budokan una de las representaciones más dignas de todo lo que rodea a las artes marciales japonesas, enseñando tanto a nivel jugable como en espíritu la belleza y las virtudes del Karate, el Kendo y el uso de todo tipo de armas tradicionales.
El que esto suscribe tuvo a bien de adquirir su Commodore Amiga 500 con un sensacional en el que Budokan era uno de los integrantes de peso. Y doy fe de que, por encima de sus compañeros de compilación (Astro Marine Corps y After the War), los sobrios duelos del título de EA me atrapaban sin remisión alguna.
Desde la pantalla de presentación ─con una sensacional composición musical de Rob Hubbard─ hasta el último de los combates, Budokan: The Martial Spirit hacía que lo mejor de las artes marciales cobrara vida en las máquinas de 16 bits. Y, encima, en tierras españolas se curraron unas versiones absolutamente soberbias para Spectrum, Amstrad CPC, MSX y Commodore 64. Chapeau!
TAE KWON DO
Ya en la época de Super Nintendo el que esto suscribe estaba más que metido en el mundo de las artes marciales. Pero no quita que me sorprendiera e incluso me impulsara al entorno de la competición un juego tan poco conocido y a la vez tan bien hecho como Tae Kwon Do, de Human. Era difícil no fliparse con este cartucho tan alucinante.
Al más puro estilo Budokan, Tae Kwon Do tomaba como protagonista absoluta el arte marcial por excelencia de Corea, tal y como bien sugiere su cristalino título. Estábamos ante una obra muy espectacular, a la par que seria y sumamente rigurosa. Por si fuera poco, el programa de Human no sólo contaba con los tradicionales modos versus y demás, sino que nos trasladaba hasta un modo historia de lo más emocionante, muy a la usanza de los manga deportivos tipo «Captain Tsubasa». A todas luces impagable.
Desgraciadamente, Tae Kwon Do, al igual que la mayoría de la producción de Human, no llegó a pisar occidente. Nos perdimos uno de los mejores juegos de artes marciales, un título divertidísimo que huía de todo tipo de flipadas para plasmar como ningún otro programa lo ha hecho posteriormente el espíritu de las competiciones de artes marciales. Un genial referente de lo más desconocido, por desgracia.
Yo tengo una buena anécdota que ayer comenté en un video que estoy haciendo sobre el tema de las conversiones arcade, y es que, a la tierna edad de 9 años… yo faltaba a las clases de Kárate para… IRME A JUGAR CON MI HERMANO AL KARATE CHAMP! ay!