Catherine no podía llegar de otro país que no fuera Japón. Su particular concepción, su arriesgada metodología y su bizarra forma de contar las cosas es cien por cien atípica dentro de lo que es una industria ─la del videojuego─ carcomida por la reiteración de mecánicas y cansinos aspavientos de cartón piedra. No es de extrañar que el equipo detrás de esta innovadora propuesta sea el 2nd Creative Production Department de Atlus, que en su primera incursión en las lides de la alta definición firmaron un título cuyo estrambótico estilo multiplicaba por diez la locura las ya de por sí desfasadísimas entregas de la fantástica serie Persona. Y ahora, ocho años después, Catherine extiende su manto para lanzar su loca propuesta a los usuarios de PC, a la espera de poder saborear la versión Full Body que en breve pisará los circuitos de PlayStation 4 y PS Vita.

Rizando el rizo, Catherine es un inteligentísimo juego de puzzles que, más allá de tratar de atrapar al jugador con su original propuesta, sube el listón manteniendo el interés con una historia a todas luces sensacional. Pero lejos de quedarse ahí, los muchachos de Atlus se las han apañado para que su “Golden Playhouse” (el modo historia) no se quede únicamente en una sucesión de cinemáticas y escenas de juego, ya que el argumento de Catherine fluye de una manera tan natural y rica en matices que sorprende sin remisión alguna. En este sentido, el juego interactúa con nosotros y establece el que seamos los que hilvanamos el camino por el que tirará la tormentosa relación de Vincent (el protagonista) con su novia Katherine.

Prueba de hasta qué punto podemos influir en Vincent es el hecho de que existan ocho finales diferentes. Llegaremos a ellos en base a las conversaciones (vía sms) que mantengamos con los distintos personajes del juego, a la par que el programa nos hará de vez en cuando alguna que otra pregunta verdaderamente comprometedora. Os lo aseguro: no es bueno jugar en estos puntos delante de vuestra pareja. Cuestiones del estilo “¿crees que el matrimonio es donde empieza la vida o donde termina?” no solo colocarán a Vincent rumbo a su peculiar periplo hacia la locura del matrimonio, sino que hará que nos juguemos el cuello si respondemos inadecuadamente ante nuestra media naranja real…

Dejando de lado todo lo referente a la historia ─que, repito, es bastante primordial de cara a valorar de manera global la grandeza de este lanzamiento─, Catherine es un puzzle tan retorcido como redondo. En las grotescas pesadillas de Vincent tendremos que trepar a través de una estructura que, como no podría ser de otra forma, irá desapareciendo con el paso del tiempo. Se trata de una carrera contrarreloj donde tendremos que ir moviendo piezas de cara a hacer accesible nuestro ascenso, con la cosa de encontrarnos distintos tipos de elementos, bloques que se destruyen, otros que son inamovibles… muchísimas cosas que precisamente no juegan a nuestro favor.

En cierto modo, Catherine me recuerda al viejo Kurushi de PsOne, otro grandísimo juego de puzzles con un toque realmente siniestro. Pero Catherine va más allá, logrando que el enigmático mundo de pesadillas llegue a ser un rompecabezas coherente con el argumento. Y para colmo de males, se trata de un rompecabezas de asombrosa factura, condenadamente difícil más allá del nivel “easy” y, en definitiva, todo un reto que no puede dejar de ser jugado. Una auténtica pasada tan estresante como adictiva.

La veterana Atlus logró en su momento sorprenderme con este juegazo, y se agradece que Sega retome tan preciada joya para los usuarios de ordenador. Y es que un servidor, que no soy muy amante de los puzzles, me quedé absolutamente prendado de la mecánica trepadora de este Catherine, a la par que su historia, enigmática y sensual como pocas, mantiene el interés como pocas veces me ha pasado con un videojuego. Ayuda a ello la magistral factura técnica del programa, a lo cual hay que unirles las espectaculares cinemáticas animadas por el Studio 4ºC, responsables de míticos animes como «Spriggan», «Memories» o «The Animatrix».

Pero sobre el horizonte de todo esto, se encuentra un videojuego que no solo pone encima de la mesa una historia curiosa y un factor lúdico sin igual. Catherine juega con nuestras cabezas y se muestra contundente manejando múltiples simbologías capaces de hacernos pensar en muchos de los detalles del día a día real. Solamente por eso, merece la pena ser un borrego más dentro de las pesadillas de Catherine.

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